martes, 9 de marzo de 2010

. On a day like today .

Tengo una especie de obsesión respecto a las fechas. Relaciono los días en cuanto a fechas que tienen que ver con Keane. Por ejemplo, creo fervientemente que del 6 al 14 de cada mes, mi suerte es mucho más generosa que el resto de las semanas. (Vale aclarar, que del 6 al 9 se refiere a los días que Keane pasó en Buenos Aires en 2009, y del 10 al 14, los del 2007).
Sé que estoy completamente loca, pero siempre me da un rayito de esperanza saber que están llegando esos días en los que siento que todo puede ir un poco mejor. Prácticamente todos mis trabajos anteriores se dieron en éstas fechas, o a veces simplemente tengo días excepcionalmente buenos sólo porque es 11.
La cuestión es que hoy es 9 de marzo. Hoy, hace exactamente un año, estaba despidiendo a Tim Rice-Oxley en la puerta del hotel Hyatt. Me saqué mi última foto con él, lo abracé, lo besé y, dedicándome una última sonrisa, se subió a la camioneta que lo esperaba atrás. Ése día se fue dejándome con la más absoluta e increíble felicidad. Un año más tarde miro sus fotos con los ojos llenos de lágrimas y le pido que me devuelva aunque sea un poquitito de esa alegría, de esas ganas de vivir, de esa fuerza.
Hace un par de días me habían llamado del aeropuerto por un currículum que dejé. La chica del otro lado del teléfono confirmó algunos datos conmigo, me dijo que iba a pasarle los currículums a los dueños del local, que estaban de vacaciones, y prometió que en dos días me estaban llamando de nuevo. Eso nunca pasó y esa pequeña lucecita que se me había encendido al final del túnel (llamémosle la puerta trasera por la que uno puede escapar de IBM) se apagó de golpe.
Mi madre, a la que a veces debería escuchar más, fue lo suficientemente inteligente para anotar el número de teléfono que apareció en el identificador de llamadas. Y cuando vio que yo empezaba a consumirme ante la posibilidad de tener que quedarme anclada donde estoy por no encontrar otra cosa, comenzó a insistir incansablemente con que llame y pregunte qué pasó.
Pasaron dos semanas, más o menos. La verdad que yo me resistía a llamar porque tenía miedo de extinguir del todo esa lucecita. Que me largaran el no definitivo. Y ésta mañana me levanté (tarde, me quedé dormida accidentalmente y no fui a trabajar) y me dije “¿por qué no?”.
Y tenía que ser 9. Las palabras textuales de la chica fueron “¡gracias por llamar! Le di los currículums a un chico para que se los pasara a los dueños y los perdió, no podíamos llamar a nadie. ¿Podrás traerlo de nuevo? La idea es que empiece alguien ya, hace quince días que no me puedo tomar un franco porque no hay nadie que me cubra. Traeme el currículum, después te venís un día a ver bien cómo son las cosas y si estás conforme quedás contratada.”
¡Ay, si tuviera a Rice-Oxley acá! ¡Cómo lo estaría abrazando, agradeciéndole la lucecita nueva que me está prendiendo en reemplazo de muchas otras!
Pienso ir corriendo al aeropuerto a llevar ese currículum. Voy a correr como si fuera ese 7 de marzo hace un año atrás, luchando con la pesadez de mis piernas para estar cerca del escenario (en lo posible, esta vez no debería doblarme al medio, sin aire, con una puntada en el pecho). Voy a correr como si Tim me llevara de la mano a encontrarme con la misma paz que me dejó ese 9 de marzo de 2009.
¿Qué haría yo sin él?


L.