domingo, 14 de marzo de 2010

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Faltan muy pocos minutos para la medianoche. En sólo un ratito voy a cumplir veintiún años y tengo la sensación de que, a pesar de ser la mayoría de edad y bla, bla, bla... no tiene importancia.
Hace un mes atrás planeaba una salida con mis amigos y Adrián hoy estuve todo el día arrastrándome por los rincones, hablando con mi mamá de lo que va a hacer de cenar mañana cuando venga mi familia, y la verdad es que tengo tantas ganas de festejar como de que Keane se separe.
No siento que tenga algo que festejar. Estoy deprimida, un poco vencida y todavía con los pensamientos demasiado revolucionados como para tener algo de paz.
Y, cómo si todo esto fuera poco, hoy me llamó Adrián.
Hablamos bastante (en realidad, él habló bastante) de lo que está pasando. Si bien le damos la vuelta al mismo asunto una y otra vez, al menos hoy sirvió para darnos cuenta de que el primer error que cometimos en nuestra relación fue el haber acelerado tanto las cosas. Le dije que estaba casi segura de que la razón por la que no me había enamorado de él era que no habíamos tenido tiempo de esa electricidad, esa ánsia inicial, en que pasas todo el tiempo preguntándote si te habrá rozado la mano intencionalmente, si de verdad te estaba mirando fijo como te pareció y todas esas pequeñas cosas que contribuyen al enamoramiento. Porque sí, le dije que no me había enamorado de él. Que sabía lo que era el amor, porque lo sentí antes. Y aunque tengo la teoría de que amás de un modo distinto a cada persona, estaba casi segura de que lo que había llegado a sentir con él no era más que el mero embobamiento que la atrapa a una cuando siente por una vez en la vida que alguien la ama.
Sí, sé que un "no estoy enamorada de vos" puede sonar hiper cruel. Sé que no es lo que un tipo que está loco por vos quiere oír... pero él me pidió sinceridad y yo se la di. Ya le oculté esta clase de cosas durante tres meses. Creo que lo mínimo que puedo hacer por él es darle la verdad.
Quedamos en que íbamos a volver a hablar durante la semana, pero cara a cara. Como corresponde. A buscarle la vuelta a todo esto de una vez por todas y dejar de sufrir cada uno por su lado con una incertidumbre que te quita el sueño.
Así que nadie me puede culpar por no estar entusiasmada respecto a mi mayoría de edad que se cumple en cinco minutos. Otra cena familiar de cumpleaños que paso, a pesar de que la mesa esté abarrotada de gente, sola. Otro año que empieza igual. Pero con la excepción de que una de las primeras cosas que voy a tener que hacer con estos años nuevos recién cumplidos es curar mi vida amorosa o desenchufarla definitivamente.

Y la verdad nunca estuve del todo segura de mi opinión sobre la eutanasia...

L.