sábado, 1 de mayo de 2010

. Time to wake up and look around .

Esto de que mi conexión a Internet esté en coma me está aniquilando. Me di cuenta de que me volví una completa blog-dependiente. No le veo nada malo, sin embargo. Un buen canal para descargarse no le hace daño a nadie: escribir (sea lo que sea que se escriba) le hace bien al alma.
Hoy (cuando escribo esto, al final del día 29 de abril) estuve desanimada. Un poquitín rota. Un poquitín triste. Un poquitín desilusionada. Un poquitín yo. Porque, al fin y al cabo, siempre me decepciono a mí misma. Y necesito empezar a cambiar eso.
Una fanática de Keane que sueña con ir a Inglaterra ya roza los límites del cliché, pero, aún así, mi deseo de huir a tierras más lluviosas nació hace tanto tiempo que ya no me puedo acordar cuándo fue. Quizás cuando de chiquitas con Paula nos sentábamos en el piso de mi habitación y planeábamos nuestras vidas en una hoja de papel: dónde tendríamos nuestro departamento, qué mascotas tendríamos, a quién le tocaría limpiar el baño, a dónde nos íbamos a ir de vacaciones, de qué color serían nuestras paredes. Ingenuas, por supuesto, porque todo eso no cae del cielo. Pero así y todo estaba muy bueno pasar las páginas de enciclopedias de Geografía y detenernos en los lugares a los que teníamos pensado ir. Y Londres siempre fue una posibilidad.
Desde el primer día de mi primer trabajo mi meta fue juntar lo necesario para un pasaje a El País de Las Maravillas: nunca nada salió como quería. O me iba mal en el trabajo, o el sueldo no alcanzaba, o mis ganas y mis fantasías se pinchaban o surgían problemas que hacían que mis reservas de dinero desaparecieran (¿no es increíble cómo nuestras mascotas tienen accidentes justo cuando la familia pasa por un mal momento económico y hay que salir corriendo al veterinario con los pobres vestigios de tu cuenta bancaria?). De a poco, mi London Dreaming se fue desvaneciendo, haciéndose gris, borroso a la distancia.
Pero nunca desaparece del todo. Cada tanto siento ese pinchazo en el pecho que me lo recuerda. Esa emoción mal disimulada que no puedo contener. Esos planes que no puedo evitar hacer aunque de acá a muchos años puedan variar.
Por eso hoy la depresión me hincó los dientes: porque no hay nada que quiera más en éste mundo que llegar a ese lugar tan hermoso, tan mágico, tan deseado y dejarme tentar por mis sueños. Establecerme. Armar lo que el país que debiera ser mi hogar me tira abajo como un precario castillo de naipes olvidado en la mesa del patio una tarde de viento huracanado. Ver que puedo. Entender que puedo. Aprender que puedo.
Nadie dice que las cosas sean fáciles. De hecho, si las cosas fueran tan fáciles como nos gustaría, a esta altura yo ya estaría casada con Tim Rice-Oxley, escribiendo mi décima novela de éxito mientras espero nuestro segundo hijo, felizmente asentada en una casa estilo Tudor en Sussex, manejando un híbrido y pasando fines de semana románticos con mi marido en Francia.
Decidí armarme de paciencia. Pero esta decisión se basa en sólo un argumento: no me queda otra. Si no me armo de paciencia voy a terminar mandando todo a la mierda en dos horas y media y resignándome a vivir en Monte Grande, partido de Esteban Echeverría, zona Sur del Conurbano Bonaerense, suburbio de porquería, quinto círculo del infierno, por el resto de mis días. Condenada a soportar a mi vecino de enfrente escuchando cumbia los fines de semana a un volumen insalubre, a los pendejos de mierda de la esquina tirando cohetes ruidosos aún en épocas no muy festivas (y a veces a los pobres perros callejeros), a encontrarme gente indeseada cada vez que me aventuro a ir un poco más al centro, a no poder tener una conexión de Internet NUNCA porque acá nadie tiene computadora.
Mi paciencia, por ahora, se traduce en un simple plan de cinco pasos.
1- Rendir las materias.
2- Conseguir trabajo.
3- Estudiar algo feliz.
4- Ahorrar, ahorrar, ahorrar.
5- Irme a la reverenda mierda que me parió.

Ojalá pudiera ponerme un plazo de… no sé, dos años. Y estar totalmente segura de que lo voy a cumplir, obvio. Pero eso no me funcionó anteriormente.
Lo único de lo que estoy segura es que pienso llegar a Inglaterra un once de abril.
El año depende de cuánto tarde en espabilarme.

L.-

4 comments:

pili dijo...

Y caminar por una vereda limpísma de tanta lluvia y sin paraguas, para calarse hasta los huesos y arrebujada en un impermeable larguísimo y calientito y así tal cual, riendo como loca y chorreando agua por todos lados, abrir con tu propio juego de llaves la puerta de la casa allá,en un lugar de esa gigantesca isla mítica y deseada y oir que te recibe el sonido del piano y adivinar de golpe lo que se vendrá luego...
un abrazote y mis buenas vibras para que así sea.
bebí más de la cuenta anoche , así que te estoy cooperando ya con el paso 5

Oli Oli dijo...

Me recibo, y nos vamos a Londres como SEA! xD
No asentamos en la campiña, osea Battle y listo!

Micaela dijo...

Te veo tan animada Lau, ojalá puedas hacer todo eso :D
Y que puedan ir con Oli así les hacen el traste a todas las que se hacen las groupies, jaaajajaja.
Besitos nena ♥

Lucas dijo...

niña lo que te puedo decir que algun dia vas a estar en ese lugar soñado, y se va a convertir en pura realidad! nunca dejes tus sueños de lado, pelea siempre por ellos! aunque obstaculos se te pongan en el camino, vos segui adelante , solo tu corazon y Dios, saben perfectamente que es lo queres y que lo vas a lograr no importa lo que pase!

un abrazo

Luks