martes, 3 de agosto de 2010

. De marchas y balances de ocho columnas .

Éste post va a ser una especie de potpurrí, dado que estos últimos días apenas he tenido tiempo de respirar, mucho menos de escribir en el blog.

Aunque parezca inusual, voy a ir de atrás para adelante.

Ayer fui al colegio. Empezaban las clases y necesitaba a toda costa saber cuándo rendía. Casi tengo un infarto al ver que mi prueba de SAC era hoy y la de Matemática el viernes. De más está decir que colapsé y no paré ni un segundo de hacer asientos, mayorizaciones, balances de ocho columnas, análisis de costos y presupuestos hasta que fueron las doce de la noche y caí rendida contra las almohadas, sabiendo que mis pobres neuronas habían alcanzado ya un límite.
Esta mañana me levanté mitad histérica, mitad bien. Por un lado, consi
dero que ésta es mi última oportunidad para sacarme éste desastre escolar de encima y, por otro, la frase de Tim Rice-Oxley (felizmente recordada por Paula en un mensaje de texto) retumbándome en la cabeza, como un sedante: “There’s no reason to be so nervous”.

Cuando llegué al colegio (no hay nada peor que volver a un lugar que no te regaló un puto instante de alegría), estaba incómoda y deseando que todo terminara de una vez por todas. Estar parada en un pasillo, esperando rodeada de pre-adolescentes te hace preguntarte qué carajo estás haciendo con tu vida. Tengo veintiún años. Ya estoy vieja para la secundaria.
Cuando te golpean esas dolorosas revelaciones referentes a la edad es
terrible. Es la primera vez que me siento vieja en mi vida. Y no creo que lo sea en absoluto, es sólo que me doy cuenta que hay lugares que ya no tienen que ver conmigo… y sigo teniendo que ir a ellos de todos modos por no haber hecho lo que debí en su momento. Genial.
Me concentré en la prueba sin pensar en nada más durante una hora y media. Como siempre, al llegar al maldito balance de ocho columnas, tenía una diferencia. Me faltaban setecientos pesos en algún lado y no lograba darme cuenta en dónde. Y entonces vi que había anotado mal el valor de una amortización acumulada. Lo arreglé, lo volví a sumar y, gloriosamente y como pocas veces me ha ocurrido, todo el ejercicio contable estaba impecablemente hecho. Maravilloso. Sin error alguno.
Lo entregué y esperé muchísimo más calmada a que lo corrigieran. Mi profesor siempre tuvo una onda excelente conmigo. Quizás porque siempre fui callada y presté atención, nunca le falté el respeto y fuera de lo dura que fui con los números desde que nací, fui una buena alumna. Dejó mi examen para lo último, porque siempre trata de darme una mano si me falta un poco para llegar al aprobado. Sólo que ésta ve no hizo falta y me plasmó un hermoso seis en mi hoja, me hizo firmar y me dijo que me podía ir.
Aprobé. No lo puedo creer. Estoy un pasito más cerca de terminar con esto que vengo arrastrando de hace cuatro años. Al fin. Ahora sólo me falta lo que considero va a ser un desenlace apocalíptico, cual Impacto Profundo, Armaggedon o El Día Después de Mañana: Matemáticas. O pasa un milagro o se acaba el mundo. No hay muchas más alternativas.

Y ahora retrocedo un poquitito hasta el fin de semana. El pasado domingo primero de agosto fui a la marcha nacional contra la ley para matar a los perros callejeros en Neuquén. La primera vez que voy a una marcha, pero definitivamente no la última.
Estar apoyando algo en lo que crees se siente mucho mejor de lo que jamás me había imaginado. Fui con el miedo de estar yo sola sentada en frente del Obelisco, pero llegué a una multitud de gente en la Plaza de la República, que con el correr de las horas alcanzó centenas y centenas. Muchos habían ido con sus perros, que ladraban con los aplausos, marchaban con carteles o remeras en las que se podían leer “No al maltrato animal”.
Hice un cartel para la ocasión, y aunque no me quedó muy lindo, se ve que a algunos les gustó porque le sacaron varias fotos:

Me acompañó Adrus con su novio, Facu. Las dos tenemos perros de la calle, así que supongo que de alguna manera estábamos tratando de defenderlos a ellos.
Todavía no me entra en la cabeza como puede existir gente tan despreciable que quiera quitarles la vida a otros seres vivos. Cada día que pasa me resiento más y más hacia la sociedad. Al fin y al cabo todo lo que está mal, está así porque nosotros lo causamos: la co
ntaminación, las guerras, la violencia… todo sale de las mentes humanas. Y ahora se la agarran con los pobres perros, los animales más dulces y buenos que existen. Es indignante.
Afortunadamente, se logró frenar la matanza que estaba programada para ayer, pero no se canceló definitivamente. Cada día tenemos que ser más y más voces para estos animales y para todos los otros que sufren sin parar en todas partes del mundo. Por eso éste próximo sábado se realiza una nueva marcha a nivel nacional e internacional en busca de borrar esta ley espantosa de nuestras vidas para siempre. Acá está el link de Facebook con los detalles de la marcha, para todos los que deseen asistir: http://www.facebook.com/event.php?eid=117434851639142&ref=mf . Una vez más, me voy bien firme al Obelisco, por mis perros y por todos los demás.

Algunas fotos de la marcha del pasado domingo:


L.-