viernes, 21 de mayo de 2010

. Post despelotado .

¡Dios, como extraño mi blog!
Como odio mi computadora y su conexión pedorra que no me deja hacer lo que quiero y usar las páginas que me resultan indispensables.

Pero fuera de este descargo racional (sí, racional), es entes momento estoy fantásticamente bien. No se debe a que conseguí trabajo (de hecho, por ese lado, viene todo BASTANTE fallido). No se debe a que me gané el telekino (cosa que me hace acordar que mi mamá me pidió que comprara uno y no lo hice). Tampoco llegó esa propuesta matrimonial de Tim Rice-Oxley que vengo esperando largamente (¿pueden creer que ni una puta carta me responde?). Lo que me hace feliz es que tengo, justo en mis manos el nuevo EP de Keane, Night Train, después de taaanto exigírselo a la maldita discográfica que cada vez nos da menos pelota.


Lo estoy escuchando a un volumen aceptable, sentada en la compu de Paula en su habitación de su departamento en Caballito, con Camila sentada al lado mío, después de una linda caminata por Avenida Rivadavia en busca no sólo del disco sino de un par de cosas más (alimentos varios para mi traspaso de semi-vegetariana a vegetariana casi completa) y un pequeño stop para almorzar con Cami. Uno de esos maravillosos rituales de día de semana que tanto nos gustan.

Breve lapso de no-inspiración mientras suena la canción Ishin Denshin que grabaron con Tigarah y para la cual no encuentro explicación alguna.

Y ahora con Your Love renacen las ganas. Lo cual me recuerda que en estas últimas semanas en que estuve desconectada de mi blog, lo único que hice fue darle vueltas y vueltas a historias que quiero escribir para mi recién estrenado Keane Fics. Claro que no fue tarea fácil, teniendo en cuenta que no hago otra cosa que lamentarme por mi mala suerte, por lo mucho que necesito encontrar trabajo y la más que triste cantidad de horas que termino sentada frente a la televisión sólo para no mirar más el techo y darle cuerda a mis pensamientos poco favorables.

Otra de las tantas noticias felices que recibí en estos días es que en Octubre viene Green Day. Por supuesto, esto inició un pequeño lapso de depresión de ¿¡CÓMO SE SUPONE QUE VOY A PAGAR LA ENTRADA!?, que terminé limando escuchando bien fuerte sus discos más gritones. Eso sí que descarga tensiones.

Y anoche fui al recital de Yann Tiersen (otra deuda) en Samsung Studio. Tengo que decir que estuvo muy bueno, pero no superó mis expectativas. Como siempre la gente que se para adelante de uno termina siendo más alta. Así que no pude ver perfecto, pero sí escuché perfecto (aunque la acústica no era nada del otro mundo) algunos temas, a pesar de que los que yo realmente tenía ganas de escuchar faltaron en su mayoría.



Tengo la sensación de que le estoy perdiendo el hilo a este blog. Necesito retormarlo cuando antes. Pero tener a Tom y a K'naan cantándome Looking Back en éste momento no me ayuda demasiado.
Simplemente no quería dejar demasiados espacios en blanco en este, mi humilde diario online. Para espacios en blanco ya tengo mi vida cotidiana, que sin importar cuántos discos increíbles tenga en el camino, se sigue cayendo a pedazos.



L.-

sábado, 1 de mayo de 2010

. Time to wake up and look around .

Esto de que mi conexión a Internet esté en coma me está aniquilando. Me di cuenta de que me volví una completa blog-dependiente. No le veo nada malo, sin embargo. Un buen canal para descargarse no le hace daño a nadie: escribir (sea lo que sea que se escriba) le hace bien al alma.
Hoy (cuando escribo esto, al final del día 29 de abril) estuve desanimada. Un poquitín rota. Un poquitín triste. Un poquitín desilusionada. Un poquitín yo. Porque, al fin y al cabo, siempre me decepciono a mí misma. Y necesito empezar a cambiar eso.
Una fanática de Keane que sueña con ir a Inglaterra ya roza los límites del cliché, pero, aún así, mi deseo de huir a tierras más lluviosas nació hace tanto tiempo que ya no me puedo acordar cuándo fue. Quizás cuando de chiquitas con Paula nos sentábamos en el piso de mi habitación y planeábamos nuestras vidas en una hoja de papel: dónde tendríamos nuestro departamento, qué mascotas tendríamos, a quién le tocaría limpiar el baño, a dónde nos íbamos a ir de vacaciones, de qué color serían nuestras paredes. Ingenuas, por supuesto, porque todo eso no cae del cielo. Pero así y todo estaba muy bueno pasar las páginas de enciclopedias de Geografía y detenernos en los lugares a los que teníamos pensado ir. Y Londres siempre fue una posibilidad.
Desde el primer día de mi primer trabajo mi meta fue juntar lo necesario para un pasaje a El País de Las Maravillas: nunca nada salió como quería. O me iba mal en el trabajo, o el sueldo no alcanzaba, o mis ganas y mis fantasías se pinchaban o surgían problemas que hacían que mis reservas de dinero desaparecieran (¿no es increíble cómo nuestras mascotas tienen accidentes justo cuando la familia pasa por un mal momento económico y hay que salir corriendo al veterinario con los pobres vestigios de tu cuenta bancaria?). De a poco, mi London Dreaming se fue desvaneciendo, haciéndose gris, borroso a la distancia.
Pero nunca desaparece del todo. Cada tanto siento ese pinchazo en el pecho que me lo recuerda. Esa emoción mal disimulada que no puedo contener. Esos planes que no puedo evitar hacer aunque de acá a muchos años puedan variar.
Por eso hoy la depresión me hincó los dientes: porque no hay nada que quiera más en éste mundo que llegar a ese lugar tan hermoso, tan mágico, tan deseado y dejarme tentar por mis sueños. Establecerme. Armar lo que el país que debiera ser mi hogar me tira abajo como un precario castillo de naipes olvidado en la mesa del patio una tarde de viento huracanado. Ver que puedo. Entender que puedo. Aprender que puedo.
Nadie dice que las cosas sean fáciles. De hecho, si las cosas fueran tan fáciles como nos gustaría, a esta altura yo ya estaría casada con Tim Rice-Oxley, escribiendo mi décima novela de éxito mientras espero nuestro segundo hijo, felizmente asentada en una casa estilo Tudor en Sussex, manejando un híbrido y pasando fines de semana románticos con mi marido en Francia.
Decidí armarme de paciencia. Pero esta decisión se basa en sólo un argumento: no me queda otra. Si no me armo de paciencia voy a terminar mandando todo a la mierda en dos horas y media y resignándome a vivir en Monte Grande, partido de Esteban Echeverría, zona Sur del Conurbano Bonaerense, suburbio de porquería, quinto círculo del infierno, por el resto de mis días. Condenada a soportar a mi vecino de enfrente escuchando cumbia los fines de semana a un volumen insalubre, a los pendejos de mierda de la esquina tirando cohetes ruidosos aún en épocas no muy festivas (y a veces a los pobres perros callejeros), a encontrarme gente indeseada cada vez que me aventuro a ir un poco más al centro, a no poder tener una conexión de Internet NUNCA porque acá nadie tiene computadora.
Mi paciencia, por ahora, se traduce en un simple plan de cinco pasos.
1- Rendir las materias.
2- Conseguir trabajo.
3- Estudiar algo feliz.
4- Ahorrar, ahorrar, ahorrar.
5- Irme a la reverenda mierda que me parió.

Ojalá pudiera ponerme un plazo de… no sé, dos años. Y estar totalmente segura de que lo voy a cumplir, obvio. Pero eso no me funcionó anteriormente.
Lo único de lo que estoy segura es que pienso llegar a Inglaterra un once de abril.
El año depende de cuánto tarde en espabilarme.

L.-