martes, 30 de marzo de 2010

. De aeropuertos y conejitos reventados .

Ayer pasaron varias cosas, pero hacia el final del día estaba tan trastornada que ni siquiera pude escribir un mero posteo de blog.
Me levanté dificultosamente, sabiendo que me quedaban sólo horas de maravillosa soledad e independencia. Quería remolonear en la cama, dormir otro poquito. Pero, en vez de eso, les hice caso a los cuatro perros enloquecidos que rogaban que me separara de la almohada y me levanté. Los dejé salir al soleado jardín y, ya libre de sus aullidos de desesperación, me hice un café para tratar de despertarme.
Tenía una pequeña lista de cosas por cumplir, entre ellas dejar la casa absolutamente presentable para el momento en que mis señores padres retornaran de sus vacaciones, en un maduro intento de demostrarles lo organizada y autosuficiente que soy y, por otro lado, también ir al aeropuerto. El domingo a la mañana vi un anuncio en el diario sobre un puesto de trabajo y, deseando como deseo poder trabajar ahí, lo marqué con una X bien grande y me dije a mí misma que no podía perderme ésta oportunidad.
Así que terminé mi café (admito que me costó bastante no dejarme distraer por el MSN. Esto de tener un Blackberry es una maravillosa perdición) y empecé con la tediosa tarea de limpiar la casa. Imaginen mi histeria cuando advertí que mis dos pequeños pekineses estaban cubiertos de barro y me dejaban marcas de patitas por todas partes. Eso significó tener que empezar de cero.
Hacia el mediodía, ya con la mitad de la casa limpia y perfecta, me di una ducha rápida y me vestí para poder salir. Pasando por la ventana del living, me pareció que el cartero dejaba algo de correspondencia, por lo que agarré las llaves y salí al jardín para buscarla, y de paso meter a los perros y ya dejarlos adentro para irme.
Sophie, la perra callejera de ojos saltones que en realidad nadie puede estar seguro de que sea un perro, porque parece una mezcla de suricata y lémur, estaba tranquilamente recostada en las escalinatas de entrada a la casa. Un par de facturas habían quedado enganchadas de las rejas. Pero eso no era todo. En el escalón detrás de Sophie había un bulto negro y, extrañada, preguntándome qué quilombo habían hecho los perros ahora, me arrimé.
Entonces vi las orejitas largas. Suaves y sedosas orejitas de conejo. El problema, en realidad, fue el cuerpo, ya todo destrozado, hecho un menjunje de pelusita negra y sangre.
Volví a entrar por el garage, diciéndome a mí misma que me quedara tranquila, que estaba todo bien, pero hiperventilando al mismo tiempo. Casi con convulsiones, llamé llorando a mi mamá, que no logró entender lo que pasaba hasta que se lo conté por tercera vez. Pegué un grito de aquellos cuando me dijo que iba a tener que agarrar una bolsa y juntarlo y, mientras sentía que me subían las arcadas, terminó diciéndome que lo tapara con un trapo de piso y lo dejara ahí, que ella lo iba a limpiar cuando llegara.
Estuve muy cerca de ponerme el pijama de nuevo y meterme en la cama, pero quedarme en casa en cercanía del conejito reventado me parecía tan terrible como tener que cruzar el jardín para salir a la calle. Tras unos minutos de lucha interna, me calcé mis sandalias y salí, con las piernas temblando como gelatina y sin poder pensar en otra cosa que en ese pobre bichito escondido debajo del trapo gris.
Ése tiene que haber constituido el peor viaje en colectivo de la historia, incluyendo el 15 desde Vicente López a Caballito, que me tuve que bajar con Camila a mitad de camino en el barrio Chino porque me bajó la presión y me quedé medio ciega, y el del 318 al Puente La Noria el otro día, para mi entrevista en Lugano. Tuve ganas de vomitar durante todo el viaje, el estómago revuelto y las piernas temblorosas no me dejaban pensar en otra cosa y, para todo esto, la entrevista ya me importaba un pito. Cerré los ojos, me calé los auriculares y traté de dejar que la voz de Tom me diera un poco de paz. Hasta Looking Back me pareció maravillosa en ese instante (hablando en serio, ¿qué carajo les pasaba por la cabeza cuando hicieron ese tema? O mejor dicho, ¿qué les pasaba por la cabeza cuando decidieron hacer colaboraciones con K’naan?).
Para cuando llegué al aeropuerto, la vista de los aviones desde la ruta, el piano de Tim en mis oídos y los buenos recuerdos que fluyen constantemente en ese lugar, habían logrado que mis piernas recobraran la firmeza, así que me propuse preocuparme por lo laboral en ese momento y dejar lo del conejo para más adelante.
La entrevista, según creo yo, fue muy buena. Me veo con bastantes posibilidades, es un trabajo que conozco, que no me resulta difícil, y las condiciones de contratación son realmente buenas. Me siento bastante optimista al respecto y salí de ahí sintiéndome muchísimo mejor y ya con la ansiedad de que mi teléfono suene pronto para tener noticias al respecto.
Y todo se me fue al carajo cuando llegué a casa y encontré las tripas del conejo en la bajada del auto.
Vale aclarar que cuando llegaron mis padres, cerca de las siete de la tarde, estaba blanca como un papel. Como la nieve que cubre los campos de Battle en invierno. Como un helado de crema americana. Como el relleno de un cheese cake. Como la remera que tenía puesta Tim Rice-Oxley el día que finalmente pude abrazarlo.
La verdad disfruté de mis diez días de soledad. Disfruté todo. Pero cuando vi que llegaba mi mamá casi me pongo a llorar de alivio: si se hubiese quedado un día más hubiese tenido que juntar al conejito reventado con una pala y meterlo en una bolsa de consorcio.
Que buen final de vacaciones, ¿eh?

L.

sábado, 27 de marzo de 2010

. Bedshaped .

Hoy me di cuenta que está mejor despertarse con una sonrisa entre los brazos de alguien que te ama, que dormirte llorando sobre la imagen de esa persona que ni siquiera reconoce tu existencia.

Sustancial, pero felíz diferencia.

L.

jueves, 25 de marzo de 2010

. Everybody's changing .

O quizás debería decir everything’s changing.

En primer lugar, me asombra (de verdad, se los puedo jurar) el ser increíblemente auto-suficiente. Desde el sábado que estoy conviviendo sólo con mis perros y me siento orgullosa, no sólo por el hecho de que todavía mantengo vivos a la totalidad de ellos, sin contar las plantas, si no que además… me di cuenta que muchas de las cosas que creía no poder hacer, las hago de una manera bastante natural.
Hasta ahora las únicas cosas que había cocinado eran meramente dulces, tortas, galletitas, cosas simples… y el otro día me enfrenté a uno de mis más estúpidos temores: el aceite hirviendo. Pero cuando me senté a la mesa, con mis milanesas de pollo y mi puré de papas, me sentía tan absurdamente feliz y tan obviamente avergonzada de haber hecho un escándalo al respecto, que me dije que no tenía por qué seguir restringiéndome ninguna de las otras cosas.
Y hasta ahora, viene funcionando más que bien. La casa está limpia, la gata, los perros y yo bien alimentados, no quemé ninguna olla y las plantas no se marchitaron.
No está nada mal no sentirse una inútil, para variar.

En segundo lugar, hoy estaba mirando una película. Toda mi vida vi las películas con ojos vidriosos, envidiando a la pareja detrás de la pantalla, admirando su capacidad de amar, de entregarse al otro, de ser feliz, de encontrar en otro ser humano alguien compatible, posible, con quien compartir un momento, un día, semanas, años.
Y hoy, inesperadamente, me encontré libre de esa envidia. Me encontré incapaz de desear lo que esos personajes tenían porque, de una puta vez, yo también lo tengo. Tengo alguien que muere de ganas de salir del trabajo para venir corriendo a casa y abrazarme. Alguien a quien le puedo preparar una cena romántica, con velas y todo. Alguien que con sólo mirarme me hace sentir más linda de lo que me sentí en toda mi vida. Alguien que me da confianza y que borra la vergüenza con besos. Alguien que me entiende, me escucha, me aprecia. Alguien que ve lo que los demás ignoran.
Y hoy, a pesar de todos los demás quilombos que me puedan llegar a agobiar, me di cuenta que soy feliz. A mi manera quizás intermitente, pero feliz. Que estoy satisfecha con la relación que estoy construyendo y que tal vez esa especie de break que nos tomamos ayudó a fortalecer eso, creó la necesidad que hacía falta, creó esa sensación de anhelo mutuo. También pienso que en cierta manera despertó al hombre que tenía al lado, que decidió modificar cosas para mejorar lo que teníamos, que se propuso hacerme feliz a toda costa y lo consiguió nada más que estando al lado mío justo cuando lo preciso. El hombre que me abraza muy fuerte y con el que no puedo dejar de hablar en todo el día, sea por el medio que sea.
No me explico cómo todo eso cambió en tan pocos días. No sé por qué donde antes parecía no haber nada, ahora está todo lo que tenía que haber y todavía más… pero no puedo quejarme. Se siente magníficamente bien.

Me pregunto qué otros cambios estarán por venir…

L.

domingo, 21 de marzo de 2010

. On my own .

Éste es mi segundo día viviendo sola, nuevamente, pero esta vez no le estoy cuidando el departamento a nadie: estoy en mi propia casa. Estar en Monte Grande no es ni remotamente igual a estar en Caballito, y definitivamente el entretenimiento es muchísimo más escaso. Aunque, debo agregar, los quilombos son mayores.
Por ejemplo, como tengo una casa grande, y tengo también un parque grande con mucho pasto, pileta, y demáses, mis cuatro perros van y vienen constantemente, felices de tener todo el espacio. Sin embargo, hoy llovió. Lo que quiere decir que estuve todo el día corriendo atrás de ellos, secándoles las patas para que no ensuciaran el piso que con tanto esmero limpié ésta mañana, chillándoles para que no se suban a los sillones, rogándoles que no se hicieran pis adentro, imposibilitados como estaban de salir al aire libre.
Pero a pesar de que hay factores que molesta, la soledad y la independencia resultan simplemente magníficas. Ésta mañana me levanté (antes de lo que hubiera deseado porque los perros lloraban), me puse un jogging y una remera cómoda, salí a comprar el diario y a buscar algo para desayunar a la panadería. Volví a casa, caminando bajo la lluvia, me hice un café, desplegué el diario sobre la mesa y lo leí apaciblemente mientras mordisqueaba bizcochitos de grasa. Una vez que terminé de revisar los clasificados, puse música de fondo y le pegué una limpiada a la casa e, incluso, (aunque muchos no me lo vayan a creer) lavé algo de ropa que tenía por ahí.
Tras un pacífico almuerzo mirando Friends, llegó Adrián. Miramos una película abrazados en el sillón con la lluvia de fondo y después tomamos un café con magdalenas. Tuve un día técnicamente perfecto y planeo terminarlo tan maravillosamente como pueda (en éste momento se me ocurre meterme en la cama y leer hasta quedarme dormida).
Tengo toda una semana solita por delante y pienso sacarle el mayor provecho posible. Mañana quizás vaya a tirar algún que otro currículum más por ahí, pero fuera de eso estoy pensando en dedicar mi tiempo libre y a solas para terminar un fic que estoy escribiendo, al que sólo le resta el capítulo final que me anda fastidiando un poco.


Otra vez estoy demasiado dormida para escribir algo coherente. Creo que llegó la hora de dejarme caer en la cama de mi madre (obviamente estoy aprovechando una cama de más proporciones ahora que la tengo toda para mí) y buscar ese libro. Y mañana será otro día.

L.

viernes, 19 de marzo de 2010

. Dinner at eight .

Acabo de llegar a casa. Todo lo que atiné a hacer fue cambiarme y conectarme a Internet.
Y no, no es que estuve perdida en Lugano desde ayer y recién ahora encuentro cómo volver a Monte Grande. No. Fui a cenar con Adrián.
Me duele la cabeza y me está entrando sueño, pero el caso es que todo salió más o menos como yo lo quería, con la excepción de que prácticamente no tuve que plantear ninguno de los puntos que necesitaba plantear, porque él mismo los había pensado y decidió ponerlos sobre la mesa.
En realidad... supe que estaba lista para la segunda oportunidad cuando llegué al restaurante donde habíamos quedado (que dicho sea de paso es al que me llevó la primerísima vez que salimos) y nos abrazamos. Con ganas, con fuerzas. Como si ninguno de los dos fuera a soltar al otro.
Hablamos largo y tendido. Los dos expusimos nuestros puntos de vista, lo que queríamos, lo que esperábamos, lo que necesitábamos, lo que temíamos. Y en un momento, cuando estiraba la mano por encima de la mesa para agarrar la mía, me dijo una de las frases más lindas que jamás me hayan dicho: "Si te tropezás quiero ser una pierna para vos, una mano cuando no puedas escribir, ojos cuando no puedas ver..." y de repente sentí que todos esos fics que llevo años escribiendo rayaban la realidad, no eran imposibles. Esos rasgos maravillosos que encontraba en los personajes podían trasladarse a personas reales.
Después de comer, fuimos a caminar. La noche, si bien pegajosa, estaba ideal para darle vueltas a la fuente de la plaza, rodeada de unas flores amarillas brillantes, mientras espantábamos grillos y, de a poco, nos empezábamos a reencontrar. Me hizo reír una y otra vez (no hay nada como un hombre que te sabe hacer reír), fuimos y vinimos bajo el cielo sin estrellas, casi violáceo.
Cuando me acompañó a tomar el remis, era como si estos últimos días no hubiesen pasado. La sensación de familiaridad, de confianza, de cariño... sigue todo intacto, como si no hubiésemos llorado una sola lágrima. Como si las decisiones que tomamos para encaminar las cosas en el lado correcto hubiesen surgido de la lógica o de la mismísma nada.
Estoy bien. Probablemente un poco dormida y en un momento poco lúcido para la escritura, pero al fin y al cabo, bien. A veces puedo ser un tanto retorcida, pero tarde o temprano termino encontrándome la vuelta.

Incluso me dijo que adora el hecho de que sea una groupie de Keane. Si eso no es que me quieran exactamente por lo que soy, entonces no tengo idea a qué carajo se refieren.

L.

martes, 16 de marzo de 2010

. Sick and tired of my wrong turns .

Hoy me despertó Tom cantando Everybody’s Changing vibrando desde mi Blackberry. Atendí el teléfono completamente dormida y, entre el aturdimiento, traté de sonar lo más coherente que pude mientras me informaban que me llamaban por una entrevista de trabajo.
Otro de los tantos currículums que dejé en el aeropuerto sirvió de algo. No estoy segura qué empresa es, ni de qué es el trabajo, ni estuve lo suficientemente despierta para pedir dato alguno. Ya sé, soy una estúpida. Pero entre la confusión de ser arrancada del sueño y el fruncimiento de ceño que me provocó el hecho de que la entrevista es en Lugano, me olvidé de varias otras cosas.
Nunca en mi vida fui a Lugano y, según lo que cuenta mi papá, la ubicación de la oficina tendría que dar lugar a dudas: sus palabras exactas fueron que “está lleno de faloperos y monoblocks”. Great.
Tengo la capacidad de llegar a cualquier parte siempre y cuando esté dentro de la Capital y figure en mi Guía T. Aunque eso no quiere decir que no sea una miedosa que se vuelve un manojo de nervios si, además de tener que meterse en un lugar desconocido, sabe que es un sitio poco agradable. ¡Por amor de Dios, si ni siquiera puedo caminar tranquila por plena peatonal Lavalle los días de semana cuando anochece!
De todos modos, no estoy en condiciones de desperdiciar ninguna oportunidad. Estoy casi de rodillas, suplicando que el trabajo valga la pena y, que si es así, me vaya bien. Decidí considerar una señal el hecho de que la calle de la oficina se llame Timoteo Gordillo.
Por oooooooootro lado, continúo con mi saga sobre Adrián. Después de haber hablado ayer, de haberme sentido tan bien, de haber disfrutado tanto de nuestra charla, hoy nos mandamos unos cuantos mensajes. Hablamos de cosas varias, pero tarde o temprano es inevitable recaer en el tema de lo que nos está pasando. Estos últimos días dijimos varias veces que tenemos que vernos y hablar con calma y la verdad que cuando me levanté hoy, estaba ansiando ese momento. La verdad que sonreí feliz cuando me mandó un mensaje. No sé si es que lo extraño, si me acostumbré a él, si necesito verlo, si fui tonta para no darme cuenta que sentía lo que tenía que sentir o qué. La cuestión es que me hace feliz que me manden un mensaje y sea él quien lo escribió.
Después de algunas idas y venidas, comentarios triviales y preguntas sobre mi cumpleaños, inducida por uno de sus mensajes, le dije que esta semana podíamos hacernos ese ratito para hablar y buscar la mejor solución para los dos a todo lo que nos está pasando. Como una hora más tarde, me dice que lo había estado pensando y que le parecía mejor que no nos viéramos, que hay cosas que a veces no necesitan palabras, sino acciones, que prefería ahorrarme el verlo mal a él y que yo tuviera que quedarme pensando…
O sea… eso de que las mujeres son vuelteras es una pura estupidez. Los hombres también lo soy. ¡Le estoy diciendo de vernos para hablar, nada más! ¡Ni siquiera está seguro de lo que le voy a decir! ¡Capaz que estoy por decirle que quiero que volvamos y el muy boludo ni me da la oportunidad de decírselo!
De hecho, sí estoy pensando en la posibilidad de volver y es casi un noventa por ciento seguro que eso sea lo que le voy a decir. Pero lo que pensé, después de indignarme un poco por su último mensaje, es que está en todo su derecho a no querer que hablemos más. Después de todo, es él el que salió lastimado y es comprensible que quiera ahorrarse más sufrimiento y que no quiera enfrentarse a la posibilidad de un adiós definitivo. Le di mi opinión (que creía que era mejor que hablemos, para que no nos queden más cosas pendientes y sepamos de una vez por todas donde estamos parados y a dónde vamos a parar), pero le aseguré que iba a respetar su decisión, porque lo que yo quería era su tranquilidad.
Veinte minutos más tarde, me decía que tenía razón y que arreglemos para vernos esta semana.
Y sí, quiero verlo. Quiero plantearle aquellas cosas que me parecen necesarias que sepa, aquellas cosas que quizás yo necesitaría para que una eventual relación entre nosotros llegara a funcionar. Quiero ver qué opina él. Quiero ver cómo me siento teniéndolo al lado, dándole la mano, escuchándolo, viéndolo escucharme.
A esta instancia, con todas estas confusiones, dolores de cabeza, vueltas y demás, no entiendo cómo es posible que la gente se relacione. Cómo es posible que no hayamos decidido ser entes solitarios para evitarnos tantas complicaciones, tantos malentendidos.
La moraleja de esta historia es que mañana tengo que ir a un lugar desconocido y que esta semana me tengo que enfrentar a una situación desconocida. Voy a esforzarme por hacer lo correcto en ambos casos, porque la verdad que ya me cansé de meter la pata, de elegir mal, de confundirme.

Y si no vuelvo a aparecer hay dos probables razones: o no logro encontrar el camino de regreso a mi casa, o bien me secuestra una banda de traficantes de órganos.

Preguntándome en qué me voy a meter ahora,

L.

. She opens her eyes .

Mi cumpleaños terminó hace tan sólo un ratito. Los últimos que quedaban eran mi hermano mayor y mi cuñada, que se quedaron jugando conmigo al juego de mesa que me regalaron y queríamos ver qué onda.
El día me resultó mucho más tranquilo y mucho más normal de lo que esperaba, teniendo en cuenta la mala onda con que lo empecé anoche a las doce. Pero... doce y diez me llegó un mensaje de Adrián y, como es bastante despistado y estaba segurísima de que con todo el lío de estos días ni se iba a acordar, me resultó una sorpresa muy agradable.
Y esta noche, justo cuando habíamos terminado de cenar, me llamó. Justo, como si tuviese una especie de censor y supiera que estaba pensando en él. En realidad... casi toda la tarde pensé en él. En que quería mandarle un mensaje e invitarlo a cenar a casa y olvidarnos de todo. Y llamó.
Y me pasó algo muy raro que no recuerdo que me haya pasado con Adrián en estos meses.
Me tiré en la cama para hablar con él, lejos del bullicio de la familia que charlaba a voces en el comedor y, mientras lo escuchaba, no paraba de sonreír como una idiota y sentía que se me hinchaba el pecho de alegría de que me llamara y me dijera todo lo que me quería decir. Por un momento, una vocecita en el fondo de mi cabeza no paraba de decirme que NO es imposible que me enamore de él. No lo es. Sólo necesito olvidarme de todos los obstáculos que me construí para evitarlo.
No sé si me estoy volviendo loca o sólo soy una indecisa del carajo. Que sí, que no... pero si tantas ganas tengo de verlo, si paso GRAN parte del día pensando en él, si me imagino cómo plantearle algunas de las cosas que necesito que cambien para que estemos juntos, si me pongo tan contenta cuando me llama o me pongo tan ansiosa mientras espero que me conteste un mensaje... ¿no quiere decir eso que por algo es? ¿No quiere decir que quizás la razón sea tan simple, tan agradable, tan accesible que la tengo ahí, frente a mis ojos? ¿No será que los mantengo cerrados para no verla lisa y llanamente porque soy una obstinada de mierda?

And you must be blind
If you don’t know why

She'll always take you for granted
A voice in the back of my mind said
You could be waiting your whole life
For her to open her eyes

L.

domingo, 14 de marzo de 2010

. Untitled 1 .

Faltan muy pocos minutos para la medianoche. En sólo un ratito voy a cumplir veintiún años y tengo la sensación de que, a pesar de ser la mayoría de edad y bla, bla, bla... no tiene importancia.
Hace un mes atrás planeaba una salida con mis amigos y Adrián hoy estuve todo el día arrastrándome por los rincones, hablando con mi mamá de lo que va a hacer de cenar mañana cuando venga mi familia, y la verdad es que tengo tantas ganas de festejar como de que Keane se separe.
No siento que tenga algo que festejar. Estoy deprimida, un poco vencida y todavía con los pensamientos demasiado revolucionados como para tener algo de paz.
Y, cómo si todo esto fuera poco, hoy me llamó Adrián.
Hablamos bastante (en realidad, él habló bastante) de lo que está pasando. Si bien le damos la vuelta al mismo asunto una y otra vez, al menos hoy sirvió para darnos cuenta de que el primer error que cometimos en nuestra relación fue el haber acelerado tanto las cosas. Le dije que estaba casi segura de que la razón por la que no me había enamorado de él era que no habíamos tenido tiempo de esa electricidad, esa ánsia inicial, en que pasas todo el tiempo preguntándote si te habrá rozado la mano intencionalmente, si de verdad te estaba mirando fijo como te pareció y todas esas pequeñas cosas que contribuyen al enamoramiento. Porque sí, le dije que no me había enamorado de él. Que sabía lo que era el amor, porque lo sentí antes. Y aunque tengo la teoría de que amás de un modo distinto a cada persona, estaba casi segura de que lo que había llegado a sentir con él no era más que el mero embobamiento que la atrapa a una cuando siente por una vez en la vida que alguien la ama.
Sí, sé que un "no estoy enamorada de vos" puede sonar hiper cruel. Sé que no es lo que un tipo que está loco por vos quiere oír... pero él me pidió sinceridad y yo se la di. Ya le oculté esta clase de cosas durante tres meses. Creo que lo mínimo que puedo hacer por él es darle la verdad.
Quedamos en que íbamos a volver a hablar durante la semana, pero cara a cara. Como corresponde. A buscarle la vuelta a todo esto de una vez por todas y dejar de sufrir cada uno por su lado con una incertidumbre que te quita el sueño.
Así que nadie me puede culpar por no estar entusiasmada respecto a mi mayoría de edad que se cumple en cinco minutos. Otra cena familiar de cumpleaños que paso, a pesar de que la mesa esté abarrotada de gente, sola. Otro año que empieza igual. Pero con la excepción de que una de las primeras cosas que voy a tener que hacer con estos años nuevos recién cumplidos es curar mi vida amorosa o desenchufarla definitivamente.

Y la verdad nunca estuve del todo segura de mi opinión sobre la eutanasia...

L.

sábado, 13 de marzo de 2010

. With or without you .

Sábado a la noche. La gente se prepara para salir, para divertirse, para bailar, ir a tomar algo, pasarla bien. La gente se prepara para vivir.
¿Soy yo una de esas personas? ¿Me estoy perfumando, maquillando, vistiendo para ir por ahí y darle vueltas a la noche hasta que asome el sol del domingo? ¿Estoy mandándoles mensajes de texto a todos mis amigos para hacer planes, encontrarnos, hacer algo?
No. Estoy en pijama y pantuflas, escuchando la edición deluxe de Hopes and Fears, tratando de no cortarme las venas al ritmo de Sunshine, pensando en éste y todos mis sábados.
Últimamente me cuesta ver las cosas desde una perspectiva clara y objetiva. Todo me parece un bajón. Puras pálidas. Pura mala suerte. Me acuerdo de que los pasados fines de semana de los últimos tres meses, bien o mal, siempre tuve algo que hacer. Si no me hacía tiempo para ver a mis amigos, tenía algo planeado con mi novio o tenía que trabajar. Hoy, no tengo nada de eso.
Mis únicos planes para hoy comprenden seguir escuchando música, vagar por Internet un rato (la búsqueda laboral es primordial), hojear un buen libro y, si me agarra hambre, cenar una de esas sopas japonesas medio artificiales, las que vienen los fideos todos deshidratados y el caldo en un paquetito de aluminio. ¿A que todos me envidian? ¿Eh?
No es que me muera de ganas de salir por ahí y bailar hasta que no soporte más los zapatos de turno. Nada que ver. Nunca fui esa clase de persona. Es sólo que, después de un par de meses de acostumbrarme a otra cosa, de pronto me encuentro sola. Bueno… técnicamente sola. Mis viejos están en el living, mirando una película de Kevin Costner. Pero creo que así y todo se entiende mi punto, ¿o no?
Sí, seré estúpida, no sé. Pero me siento sola. Siempre me siento sola. Quizás por eso (o culpa, o curiosidad, o sadomasoquismo) ayer le mandé un mensaje a Adrián, para saber cómo estaba.
Me contestó que mal, pero que le alegraba saber de mí, que le escribiera cada vez que quisiera hacerlo, que me extrañaba. Le conté la mala suerte que estuve teniendo estos días y me dijo que me tome un tiempo para pensar las cosas con claridad, en vez de dejarme llevar por las crisis de nervios y depresión. Suena fácil decirlo. Hacerlo es otra cosa.
Supongo que me puse paranoica o algo de eso, pero no dejo de pensar en arreglar las cosas con él. No paro de imaginarme pasando otro cumpleaños el lunes rodeada de números pares, y yo siempre un siete, sola, solísima. Pienso que es mejor tener a alguien que me quiere al lado que dormirme mirando los ojos inanimados en papel de Rice-Oxley.
Pero después miro películas, leo libros, descubro el amor a través de los ojos de los demás, lo revivo como lo descubrí yo aquella vez bajo la lluvia, y me doy cuenta de que por mucho que me quiera esforzar, por mucho que lo quiera recuperar, por muy equivocada que quiera estar, las sensaciones que me causa (causó) Adrián no se le parecen mucho. Lo extraño, sí. ¿Pero lo extraño de la misma manera que podría extrañar a un amigo? No me duermo llorando, pensando en él, lamentándome. Si bien mi estado de ánimo no es fantástico, es comprensible. Con todas las metidas de pata y todos los desengaños amorosos, ¿de qué otra manera puedo estar?
Todas estas cavilaciones de sábado a la noche y soltería son terribles, pero son casi una tradición. Tuve veinte años de sábados solitarios, de libros repetidos, de películas deprimentes. De irme a dormir temprano. Estoy acostumbrada a que la bebida más fuerte y perjudicial para la salud que puedo llegar a ingerir sea una Coca-Cola Light.
Me pregunto cuánto tardaré en encontrar la solución esta vez. Me pregunto si el sábado que viene mi perspectiva habrá cambiado. Me pregunto si estaré con alguien, quien sea, un poco menos sola, o si me desparramaré en el sillón con mis pantuflas y mi perro a mirar series.
Todo depende en qué tan fuerte sea, como para enfrentar la verdad y buscarlo. Porque es eso, ¿no? Lo que necesito es un poco de fuerza para llamar a Adrián y solucionar todo.
¿O eso sería más bien debilidad?

jueves, 11 de marzo de 2010

. These days .

These days I seem to think a lot
about the things that I forgot to do
and all the times I had the chance to.

Mi cabeza cansada pide paz. Pide resolución. Pide que de una vez por todas encamine mi vida y me deje de joder.
Hay ocasiones en mi vida en que no pasa absolutamente nada. Y otras, como ahora, que pasa todo junto, me abruma, me tira, me quiebra, me debilita. Me desorienta, me pone en camino y me vuelve a perder.
Quizás tendría que haber pensado antes. Los arrepentimientos no sirven de nada. La cuestión es hacer bien las cosas en el momento en que debe ser.

I had a lover,
I don't think I'll risk another
These days, these days.

Ayer me crucé con Adrián cuando fui al centro. (¿Había mencionado que el nombre de mi novio - ¿o debería decir ex novio? - es Adrián?).
Jamás en mi vida vi algo que me partiera de esa manera el corazón como haberlo visto a él. Tenía unas ojeras gigantescas, pronunciadas, casi verdosas; los ojos hinchados, estaba pálido y desanimado. Volvió a abrazarme con tanta fuerza que su dolor se volvió casi mío. Casi viví yo misma el sufrimiento que le causé.
Me pidió que habláramos y no le pude negar su petición. Sentía que se lo debía, así que salimos del edificio y nos sentamos en unas escaleras, justo al final de Lavalle, cuando llega a la desembocadura con la avenida Alem. En medio de ruidos de ciudad, idas y venidas de colectivos y taxis, me pidió una segunda oportunidad.
Me dijo cosas que ningún hombre me dijo antes, me agarró de la mano y derramamos algunas lágrimas los dos. Me sentí terrible y vacía al contestar preguntas que a él le habían quedado pendientes y, al mismo tiempo, buscaba la manera de no seguir lastimándolo.
Cuando llegué a mi casa más tarde esa noche, después de varias corridas que tuve que hacer por Capital, y pude sentarme, quedarme tranquila y pensar… sentí que mi cerebro zumbaba como un nido de abejas. Todo está tan desordenado, tan fuera de lugar, tan raro… que incluso me estoy preguntando si habré tomado la decisión que tomé basándome en las razones correctas, o si me dejé llevar por una angustia y una amargura generalizada que arrastraron con las personas que estaban en el camino, llevándose victimas inocentes, y entre esas victimas el único hombre que me amó alguna vez.

I've stopped my dreaming,
I won't do too much scheming
These days, these days.

Y por mucho que lo intento nada sale como tiene que ser. Hoy fui al aeropuerto, porque al fin tenía la entrevista para el lugar que estuve esperando durante semanas. El problema fue darme cuenta que esperé en vano.
Las condiciones de trabajo que me propusieron son todavía más insalubres que las de IBM. Si acepto el trabajo (que ya es mío, sólo tengo que presentarme mañana al mediodía para hacer una pequeña práctica antes de arrancar sola el sábado a la noche), estoy condenada a doce horas laborales nocturnas, retribuidas como una jornada de ocho en un horario normal. Estoy condenada a un salario bajísimo, en negro, sin obra social ni cargas sociales en lo más mínimo, a depender de comisiones que, según lo que pude chequear en las planillas de la otra chica, son más que escasas. Estoy condenada a trabajar un domingo que se retribuye como un lunes y a olvidarme de ver a mis amigos porque ya no tendría fines de semana y, mucho menos, plata para ir a verlos.
Así que estoy de nuevo con las esperanzas destrozadas, con la única luz que tenía prendida, como un faro salvador, apaleada y apagada con brutalidad. Sin saber para donde ir, sin saber qué hacer, sin saber a qué someterme. Sin poder planear nada, ni soñar con nada, porque a estas alturas, todo parece imposible de concretar.

These days I seem to think about
how all the changes came about my ways
and I wonder if I'll see another highway.

¿Habrá sido una buena idea? ¿Rendirme al trabajo que tenía seguro, a pesar de que era esclavista y penoso? ¿Debería volver, arrepentida, arrastrándome hacia los teléfonos otra vez? ¿Me mandarán en castigo a algo todavía peor que DBC Service, que a esta altura ya debe haber cerrado sus puertas para mí?
¿Habrá sido una buena idea? ¿Romperle el corazón a alguien que me ama, decirle que no sentía lo mismo y que era mejor que todo se terminara? ¿Me habré dejado llevar porque tengo miedo al ver que todo se me está derrumbando y que quizás lo único que se mantenía en pie lo tiré abajo yo solita?
¿Abriré los ojos mañana y veré una solución que hoy me parece inalcanzable?

And if I seem to be afraid
to live the life that I have made in song
it’s just that I've been losing so long.

Y sí. Quizás dejé a mi novio porque tenía miedo de seguir adentrándome en ese terreno tan desconocido. Quizás me entró pánico, no supe para donde rumbear y, con la influencia además de todas las demás cosas que estaban pasando, hice cualquiera. Por ahí me daba miedo perder esa semi-soledad ficticia que tuve siempre. Por ahí me dejé llevar otra vez por ese amor imposible que subí a un pedestal y catalogué de ideal, por el mero hecho de que jamás voy a poder probar lo contrario.
Y sí. Dedicarse a algo que a uno le gusta es difícil. A veces hay que cerrar los ojos y trabajar en algo que es una porquería sólo para poder tener algo en la cuenta bancaria. Yo, que siempre digo que prefiero hacer algo que me haga feliz en lugar de hacer algo que no me guste pero que me deje muchísima plata, constantemente encuentro que ninguna de las dos opciones están disponibles. Ni encuentro algo que me gusta, ni encuentro algo donde al menos me paguen bien. ¿Y en esos caso qué hacés? ¿Te resignás a ganar una miseria y, además, hacer un trabajo que odiás? En la suma de las cosas, ¿cómo conseguís levantarte a la mañana?

These days I sit on corner stones
and count the time in quarter tones to ten.
Please don't confront me with my failures,
I had not forgotten them.

miércoles, 10 de marzo de 2010

. We behind closed doors .

El día que tuve ayer no tiene precedentes en mi vida.
Estaba cambiándome para ir al aeropuerto cuando de repente viene mi papá y me avisa que había alguien en la puerta esperándome. Preguntándome si me estaba cargando o qué, me asomo y veo que se trata de nada más ni nada menos que mi novio.
Tengo que admitir que se me paró el corazón. El día anterior, por estar demasiado nerviosa debido a muchísimas cuestiones, lo había esquivado un poco, tratando de posponer lo inevitable. Y cuando le abrí la puerta, por más que sabía que las cosas no estaban bien, no pude más que sorprenderme al ver la cara que tenía y supe, sin lugar a dudas, que estaba asustado y destruido.
No quiero embarcarme en un relato largo y penoso que describa una ruptura. Estoy bastante segura de que casi todo el mundo tiene una idea general de qué se trata. Pero sí tengo que destacar un par de detalles, que me dejaron un poquito helada, o hicieron que yo también me quebrara un tanto:

1- Cuando alguien con quien vas a cortar te trae un chocolate y una carta, sin siquiera imaginarse lo que está a punto de pasar, es devastador.

2- Cuando la tristeza inunda los ojos de alguien que te ama, es totalmente visible. Y sí, también es devastador.

3- La forma en que un hombre que estás removiendo de tu vida, sea con delicadeza o no, te abraza o te agarra de la mano, como si no te fuera a soltar, como si no fuera capaz de hacerlo… duele. Todavía más devastador.

4- La frase “te prometo que te voy a amar siempre” no ayuda para nada. De hecho es (sí, adivinaron) devastadora.

5- Que te aseguren, sin dudarlo ni un segundo, que sos la única alegría que experimentó en su vida la persona que estás dejando es muchísimo más devastador que los ítems anteriores.

No soy de hielo. No soy una hija de puta por dejar a alguien que me ama. Aunque releyendo lo que estoy tipeando, sueno como Cruela de Vil haciendo abrigos de perritos. Pero, ¿no es peor alargar un final inevitable nada más que para retrasar el sufrimiento? Si hubiese dejado que esta relación alcanzara más antigüedad, ¿no me hubiese hecho eso una persona peor? Si sé que no siento lo mismo, si sé que no lo voy a sentir… ¿por qué lo voy a dejar hacer planes para un futuro que no vamos a tener?
Yo sé que ahora, con lo que pasó todavía fresco, él quizás no lo entienda. Quizás mire para atrás y vea momentos felices. Yo también los veo. Me acuerdo de un montón de cosas que hicimos juntos y pienso que es algo que voy a atesorar por siempre, porque él me regaló un amor que muchas veces ansié conocer… y que hubiese deseado corresponder con las mismas fuerzas.

En fin. Quiero que este tema quede acá. Quiero dejar que cicatrice todo lo que todavía pueda llegar a doler. Quiero que él sea feliz porque lo merece y quiero ser feliz yo también sin tener que lastimar a nadie por ello. Y sí, sé que la frase “no te quiero lastimar” suena a cliché, pero en mi caso es totalmente cierta.
Y me pregunto ahora, aunque quizás dejándome llevar por las emociones amargas del momento, si será cierto que algunas personas están hechas para estar solas. Es mucho más fácil entenderse a sí mismo que tratar de entender a otros.
Aunque conmigo parece no funcionar ninguna lógica.

L.

martes, 9 de marzo de 2010

. On a day like today .

Tengo una especie de obsesión respecto a las fechas. Relaciono los días en cuanto a fechas que tienen que ver con Keane. Por ejemplo, creo fervientemente que del 6 al 14 de cada mes, mi suerte es mucho más generosa que el resto de las semanas. (Vale aclarar, que del 6 al 9 se refiere a los días que Keane pasó en Buenos Aires en 2009, y del 10 al 14, los del 2007).
Sé que estoy completamente loca, pero siempre me da un rayito de esperanza saber que están llegando esos días en los que siento que todo puede ir un poco mejor. Prácticamente todos mis trabajos anteriores se dieron en éstas fechas, o a veces simplemente tengo días excepcionalmente buenos sólo porque es 11.
La cuestión es que hoy es 9 de marzo. Hoy, hace exactamente un año, estaba despidiendo a Tim Rice-Oxley en la puerta del hotel Hyatt. Me saqué mi última foto con él, lo abracé, lo besé y, dedicándome una última sonrisa, se subió a la camioneta que lo esperaba atrás. Ése día se fue dejándome con la más absoluta e increíble felicidad. Un año más tarde miro sus fotos con los ojos llenos de lágrimas y le pido que me devuelva aunque sea un poquitito de esa alegría, de esas ganas de vivir, de esa fuerza.
Hace un par de días me habían llamado del aeropuerto por un currículum que dejé. La chica del otro lado del teléfono confirmó algunos datos conmigo, me dijo que iba a pasarle los currículums a los dueños del local, que estaban de vacaciones, y prometió que en dos días me estaban llamando de nuevo. Eso nunca pasó y esa pequeña lucecita que se me había encendido al final del túnel (llamémosle la puerta trasera por la que uno puede escapar de IBM) se apagó de golpe.
Mi madre, a la que a veces debería escuchar más, fue lo suficientemente inteligente para anotar el número de teléfono que apareció en el identificador de llamadas. Y cuando vio que yo empezaba a consumirme ante la posibilidad de tener que quedarme anclada donde estoy por no encontrar otra cosa, comenzó a insistir incansablemente con que llame y pregunte qué pasó.
Pasaron dos semanas, más o menos. La verdad que yo me resistía a llamar porque tenía miedo de extinguir del todo esa lucecita. Que me largaran el no definitivo. Y ésta mañana me levanté (tarde, me quedé dormida accidentalmente y no fui a trabajar) y me dije “¿por qué no?”.
Y tenía que ser 9. Las palabras textuales de la chica fueron “¡gracias por llamar! Le di los currículums a un chico para que se los pasara a los dueños y los perdió, no podíamos llamar a nadie. ¿Podrás traerlo de nuevo? La idea es que empiece alguien ya, hace quince días que no me puedo tomar un franco porque no hay nadie que me cubra. Traeme el currículum, después te venís un día a ver bien cómo son las cosas y si estás conforme quedás contratada.”
¡Ay, si tuviera a Rice-Oxley acá! ¡Cómo lo estaría abrazando, agradeciéndole la lucecita nueva que me está prendiendo en reemplazo de muchas otras!
Pienso ir corriendo al aeropuerto a llevar ese currículum. Voy a correr como si fuera ese 7 de marzo hace un año atrás, luchando con la pesadez de mis piernas para estar cerca del escenario (en lo posible, esta vez no debería doblarme al medio, sin aire, con una puntada en el pecho). Voy a correr como si Tim me llevara de la mano a encontrarme con la misma paz que me dejó ese 9 de marzo de 2009.
¿Qué haría yo sin él?


L.

lunes, 8 de marzo de 2010

. Nothing in my way .

Hace varios días que no actualizo mi humilde blog de idas y venidas. Hace varios días que siento que me dieron un giro de 180° con el solo propósito de descalibrarme y ver si puedo volver a mi posición normal sin alteración alguna. Hace varios días que estoy con estas “life doubts” de las que habla el título del blog.
En primer lugar, el trabajo. El siempre necesitado, ansiado, malparido trabajo. ¿Saben a qué me refiero? A eso que las empresas llaman “relación de dependencia” pero a mí me suena a esclavitud. A eso que debería ayudarte a pagar las cuentas a fin de mes, pero que siempre llegás contando las moneditas para el bondi. Eso que te da “posibilidades de crecimiento”, pero que hace que cada día me sienta más y más insignificante.
Resulta que mi maravillosa empresa (IBM, mandémoslos al frente) decidió, de un día para el otro, que había over-staff en mi departamento y que por lo tanto sería mejor que me movieran a uno distinto: he aquí que entra en escena DBC Service.

DBC Service es el departamento de General Motors donde los viejos boludos de las concesionarias que le tienen que hacer arreglos a los flamantes vehículos de sus clientes, llaman para reclamar el dinero del arreglo que GM debe retribuirles siempre que así corresponda. Es un departamento lleno de términos como engine, transmission, craft, brakes, refrigerant, trim y demás partes de los autos que no conozco en castellano y mucho menos en inglés. Es decir que paso GRAN parte de mi día escuchando palabras que podrían decírmelas en chino y no haría diferencia alguna. Es decir que me pasaron de un departamento básicamente cómodo (en comparación, se entiende, ¿no?) a esto que no tiene otro adjetivo para ser calificado que no sea MIERDA.
Todo esto, por supuesto, aceleró mi búsqueda laboral. Ahora vivo conectada a páginas de empleos online, hojeo los clasificados cada vez que tengo la oportunidad, me camino el aeropuerto (el siempre cuasi-soñado empleo cerca de casa) de punta a punta repartiendo currículums a dos manos, casi corriendo, como si persiguiera a Tom que está a punto de embarcar en el próximo vuelo de British Airways.
Por ahora, felizmente (nótese el sarcasmo impregnando cada sílaba), no ha salido nada, por lo que sigo ligada a esta empresa, que no sólo me mueve como quiere y me mancilla el cerebro con cosas que jamás voy a comprender, sino que también me paga una miseria. Pero a veces hay que conformarse con eso antes que con nada. Y por eso por más que quiera renunciar con todas mis fuerzas, me obligo a tratar de cumplir, dentro de mis frágiles posibilidades, con la asistencia, como mínimo. Todos los días me levanto entre mi revoltijo de sábanas coloridas y almohadas con letras de Bedshaped y A Bad Dream, retorciéndome en el más mórbido deseo de morir antes de tener que pisar el edificio y subir a mi para nada agradable training.
Y bueno. I don’t wanna go, I don’t wanna stay…

Y, como si eso fuera poco, acá viene el problema número dos: pareja. ¿Qué hacés cuando, después de tres meses de estar con alguien, que está completamente loco por vos, te das cuenta que no lo amás? ¿Qué hacés cuando no te queda más opción que dejar de engañarte a vos misma, porque por mucho que te obligues no vas a lograr enamorarte de él? ¿Qué hacés cuando seguís pensando en la única persona que realmente amaste en tu vida y que es posible que el infierno se congele antes de que se fije en vos?
Pero mi problema actual no se trata de otro tipo. No se trata de que sigo atrás de él. Se trata de la persona que tenés al lado y que no tenés más remedio que lastimar, porque no vas a continuar una relación que sabés con total e inamovible certeza que no va a llegar a ningún lado. Porque ya no se trata de si querés o no a esa persona que fue la única que te erizó la piel y te hizo suspirar en sueños. No se trata de si alguien es mejor que el otro. Se trata de buscar la mejor manera de explicar que hay caminos que nunca se cruzan, y que si se cruzan, son por un atajo inesperado. Y así y todo, sigue siendo un atajo, pero no el destino. El destino sigue siendo otro, aunque a veces camines sin saber exactamente a dónde carajo vas.
La cuestión es que ahora tengo que enfrentarme a mi primera ruptura. Y en cierto modo hubiese preferido que él se hubiese cansado de mí antes de tener que ser yo la que tipee el punto final. Siento que él no lo merece. La culpa me mata cuando me doy cuenta que yo me voy a encargar de dejar otra cicatriz en su corazón. Sin embargo, la vida es así. Se ríe, se llora, se vive, se ama. O no.

So there’s nothing left to say…

Y yo que pensaba que iba a poder ponerme a tararear Clear Skies en paz…


L.