lunes, 28 de junio de 2010

. Paper Towns .

Raramente me siento a hacer reviews de libros. Principalmente porque no tengo memoria y, muchas veces, para no ensuciar libros decentes con mis dudosas críticas. Sin embargo, uno de los últimos que tuve en mis manos resultó ser de esos que terminan siendo life changing.
Estoy hablando de Paper Towns, de John Green, a quien descubrí felizmente gracias a Camila. Ella, por su parte, lo descubrió a través del canal de YouTube que John tiene con su hermano Hank. Juntos forman los Vlogbrothers (recomiendo que los chusmeen por ahí, porque son increíbles) y a su vez crearon a los Nerdfighters, que vendrían a ser también todas las personas que los siguen. Un grupo de defensa de nerds, si se quiere.

Sin embargo, no es Nerdfighters lo que nos compete ahora, así que lo vamos a dejar de lado para discutir las maravillas de Paper Towns. Voy a tratar de no arruinar demasiados detalles, y así animarlos a que todos traten de conseguir una copia propia.
Como el libro no se publicó en Argentina, Camila lo compró en inglés y se lo enviaron por correo desde Estados Unidos. Siempre me opuse a leer libros en inglés, no porque no entienda, si no porque en materia literaria siempre me pareció mucho más rico leerlo en español/castellano. (Y odio que no usen guiones de diálogo, sino comillas. Me confunde y me frustra). Pero con éste no me importó. Porque desde el principio la forma de relatar de John me atrapó, me intrigó y, sí, tengo que ser drástica, me enamoró.

Lo que por la contratapa puede parecer una típica historia hollywoodense de adolescentes, vecinos, que se criaron juntos, van a la misma escuela, ella popular, él marginado… termina siendo en realidad la cubierta de una historia profunda, excelentemente escrita y que al final te deja con un gustito agridulce al ir descubriéndote (o al menos me pasó a mí) en los distintos personajes que van acompañando la trama.
Porque durante años, después de un incidente en el principio, Margo y Quentin (los protagonistas) se distancian. Y él la ama, incondicionalmente. Ama a Margo Roth Spiegelman… o a la idea que tiene de ella. Porque durante el tiempo que pasaron separados, Qu
entin no sabe si ella es la misma persona que él cree que es, si es un personaje, si es una mera ilusión. Pero la ama. Porque siente que la conoce, porque está seguro de que la conoce. Y, (acá Camila va a empezar a odiar como ensucio el libro con mis comentarios), irrefutablemente, es ahí donde me empecé a sentir identificada. En el hecho de amar a alguien creyendo fervientemente en que conocemos exactamente como es cuando en realidad lo más probable es que no tenemos ni idea.
Todo el libro traza un camino en el que Quentin trata de rescatar a la Margo que está tan convencido que conoce. Y cada recodo de ese camino, a cada vuelta de página, hace que no quieras parar ni siquiera a tomar un poco de aire. Querés seguir an
dando y ver a donde te lleva.

No quiero seguir diciendo cosas aleatorias, porque sé que jamás le voy a hacer justicia a la historia realmente. Pero acá van, para aquellos que puedan interesarse y para que tengan una noción de lo que estoy hablando, algunas citas del libro (traducidas pobremente al castellano por mí):

De la manera en que yo lo veo, todo el mundo consigue un milagro. Como que, yo quizás nunca sea golpeado por un rayo, o ganaré un premio Nobel, o me convertiré en el dictador de una pequeña nación en las islas del Pacífico, o contraeré cáncer terminal de oído. Pero si consideras todas esas cosas improbables, al menos una de ellas probablemente le sucedan a cada uno de nosotros. Podría haber visto llover ranas. Podría haber pisado Marte. Podría haber sido comido por una ballena. Podría haberme casado con la Reina de Inglaterra o haber sobrevivido meses en el mar. Pero mi milagro fue diferente. Mi milagro fue este: de todas las casas en todas las subdivisiones en toda Florida, terminé viviendo al lado de Margo Roth Spiegelman.”

Para siempre está compuesto de ahoras”.

¿No es que también, en algún nivel fundamental, no es difícil entender que otras personas son seres humanos de la misma manera que lo somos nosotros? Los idealizamos como a dioses o los despreciamos como a animales.

Eso siempre me pareció tan ridículo, que la gente quiera estar con alguien porque es bonita. Es como elegir el cereal del desayuno basándote en el color en lugar del gusto.

Nada importaba tanto, ni las cosas buenas ni las malas. Estábamos en el negocio del mutuo entretenimiento, y éramos razonablemente prósperos.

Era agradable – en la oscuridad y el silencio… y sus ojos mirándome, como si hubiese algo en mí digno de ser mirado”.

John Green, autor de Paper Towns.


L.-

martes, 22 de junio de 2010

. Frustration .

No tenía pensando ningún post para esta noche. La verdad es que estuve concentrándome en ‘Love is the End’ (actualmente siendo posteada en http://keanefics.com.ar) y… bueno, sí, estuve perdiendo tiempo mirando fútbol, así que mis ideas para este blog fueron relegadas al fondo de mi cabeza.
Hasta hace cinco minutos cuando recibí un mail de Adrián, a partir de ahora, denominado el exnovioquenotienedignidadysiguearrastrandose.
Quizás muchas personas dirían que tengo que sentirme halagada de que haya un tipo por ahí que no se puede olvidar de mí, o que no puede vivir sin mí o… no sé, whatever crap you may say. No sé si las cosas serán de esa manera o no. Pero no quiero. No me importa. ¡Lalalala, no te escucho!

Voy a ser absolutamente sincera (iba a hacer un post bien desarrollado sobre esto, pero realmente tengo la necesidad de decir todo esto AHORA). De todas las cosas de las que me arrepiento (sin repetir y sin soplar, preparados, listos ¡YA!: no aguantar unos cinco meses insignificantes y dejar el colegio, no rendir las materias cuando dije que lo iba a hacer, no cumplir las promesas que me hice a mí misma, no preocuparme antes por las cosas que ahora me complican la vida, no haber sabido elegir a mis amistades, no haber sabido aprovechar trabajos como debí, haberme ido del Hotel Faena cuarenta y cinco minutos antes de que saliera Richard a firmar, derrochar y derrochar aún sabiendo lo difícil que se me iba a hacer después, haber cenado en el Hyatt mientras Tim estaba en la puerta con un grupo de cinco personas - lo que me lleva a decir que me arrepiento de no haber subido al bar donde estaba cinco minutos antes de darme cuenta que lo había perdido - , no haber ido a ver a Travis en el 2007, no haberle prestado atención a Pushing Daisies a tiempo para conocer a Lee Pace cuando vino a Buenos Aires, no haberme despedido mejor de algunas personas que ya no van a ser parte de mi vida, no haber pegado unas cuantas piñas cuando fue necesario, quedar en ridículo cuando lo que en realidad quería era mostrarme indiferente, haber comido animales durante veintiún años de mi vida, dejar el gimnasio, no haber abrazado a Tom para que otros tuvieran su chance con él, no haber ido al recital de los Backstreet Boys en Boca Juniors en 1998, no invertir en una computadora nueva cuando podía hacerlo, haber leído La Invención de Morel, dejar que la coreana del supermercado de acá a cinco cuadras me gritara cuando le pregunté donde estaba el edulcorante en polvo, no haberle hecho un cumpleaños decente a Tim este año, no haber donado plata a Greenpeace cuando tenía la posibilidad, acumular durante DECADAS bolsas de plástico que ahora dañan al medioambiente), de TODAS esas cosas, no hay una de la que me arrepiento más que de haber malgastado seis meses de mi vida con alguien que: a) no me gustaba; b) me aburría; c) me hinchaba las pelotas; d) me parecía menos interesante que contar las agujas en el alfiletero de mamá.

No quiero que me mande mails. No quiero que se arrastre. Quiero que me deje en paz. Quedé absolutamente traumada después de esa relación AL PEDO. Para lo único para lo que me sirvió es para darme cuenta que prefiero ser impar en los almuerzos del domingo.

L.-

lunes, 21 de junio de 2010

. Crystal Ball .

Anoche tuve un sueño. Pero cuando me desperté, estaba segura de que siendo tan vívido, tan preciso, no podía ser un sueño.

Era un recuerdo de mi futuro.


L.-

miércoles, 16 de junio de 2010

. As you begin rearranging .

¿Alguna vez tuvieron la sensación de tener la cabeza repleta de pensamientos, de ideas, de reflexiones y, al mismo tiempo, completamente vacía?
Eso es lo que me está pasando a mí últimamente. Por un lado, no dejo de pensar en que:
- Necesito conseguir entrevistas de trabajo enseguida;
- Necesito que esas entrevistas vayan GENIAL y tener trabajo lo más pronto posible;
- Tengo que pagar muchísimas deudas;
- ¿Por qué llegó otra factura de celular?
- Matemáticas, matemáticas, matemáticas;
- Contabilidad, contabilidad, contabilidad;
- Tengo que empezar a moverme antes de asentarme demasiado y terminar con un culo gigantesco que rebalsa de las sillas;
- ¿Cómo carajo se supone que voy a escribir esta historia de mierda?
- Uff, ¡asco, asco! ¿Por qué me siguen traumando los recuerdos de mi ex?
- Pará, ¿me estás diciendo que la tarjeta de crédito YA VENCIÓ?
- ¿Por qué mierda los putos de IBM no dan la cara y me pagan de una vez lo que me deben?
- ¡¿Cómo es eso de que suspendieron el recital de Green Day?!

Pero, por otro lado, nada. Un zumbido. Silencio. Ni la más mínima actividad cerebral. A pesar de todas las preocupaciones y los quilombos que se me están viniendo encima, parece que sigo funcionando en piloto automático. Estoy en ese momento en que yo tiro currículums a dos manos y trato de hacer que las cosas funcionen, pero dependen sólo un 50% de mí. Porque por más que haga lo que haga, lo que necesito es que alguien me llame. Se interese, se de cuenta que puedo hacer algo, por poco que sea. Necesito que me den una oportunidad.
Mientras tanto me estreso sobremanera pensando cómo voy a hacer para pagar las facturas que se acumulan sobre mi escritorio. Me quedo encerrada en casa por el mero hecho de no tener que pedirles a mis viejos que me den plata para salir. Me tiro en el sillón todo el día a mirar el mundial (¡sí, yo mirando fútbol!) o devoro libros uno tras otro sólo para matar el tiempo. Me doy cuenta que la vida que estoy llevando me va desgastando y trato de concentrarme en otras cosas y simplemente me termina ganando la preocupación, el stress y la montaña de problemas, que ya es demasiado alta para mi pobre metro sesenta (bueno, está bien… metro cincuenta y ocho).
Trato de relajarme y no desesperar. Todos los días me digo a mí misma que ya va a aparecer algo. Lo que pasa que cada vez me cuesta más convencerme, a medida que pasan los días y voy faltando a la promesa que me repito incansablemente.
Más que nunca estoy vagando entre live blogs y life doubts.

Lo único que me anima en éste momento es saber que estoy sola, no necesito estar fingiendo que me importa una relación que no me hace feliz. Me anima saber que soy yo misma y que no necesito de otra persona para sentirme completa.
Me anima que Tim haya dejado atrás la vergüenza y se haya decidido a cantar Your Love en vivo. Me anima todavía tener cosas como esas, que parecen insignificantes, pero me arrancan una sonrisa a pesar de todo.

L.-

jueves, 10 de junio de 2010

. Try again .

Si por una de esas casualidades alguno de ustedes (con ustedes, me refiero a las no-personas que no me leen, porque cada día estoy más convencida de que escribo esto sólo para releerlo yo en momentos de ocio o mala memoria) está mirando este posteo parado, recomiendo que se siente. ¿Ya está? ¿Seguro? Porque tengo un anuncio que sin lugar a dudas nadie espera, así que después no quiero reclamos de que les duele el cabúz por caerse al suelo, ¿eh?
Mañana... empiezo particular. ¡CHAN!
Bueno, sí. Quizás después de tanto preámbulo esperaban una noticia más spicy. Pero, ¿qué puedo decir? En mi vida hay menos condimento que en la dieta de un hipertenso. Podría resumirles el día que tuve hoy en sólo tres palabras y con eso me alcanzaría para probarlo: libro, escribir, televisión.
A lo que voy, al fin y al cabo, es que finalmente me armé de valor (y me repetí como setecientas veces la farse motivadora que me dijo Paula hace no mucho, dícese seguroquejayneterminólasecundaria) y hace unos días llamé finalmente a un instituto y me anoté para empezar. Así que mañana es mi primera clase (de momento, matemáticas) y por un lado estoy implorando a los cielos que mi cerebro no esté demasiado oxidado, porque a estas alturas, ya no me acuerdo ni las tablas de multiplicar.
Los números siempre fueron mis enemigos. Nunca nos terminamos de entender. Las letras, sin embargo, me guiñaban un ojo y me invitaban a leer algún libro o a escribir una oración de sujeto y predicado, sabiendo que sin ellas, no me quedaba más que una cabecita apta para nada. Pero sin una calculadora entro en pánico. Los polinomios y los ángulos obtusos se burlaban de mí desde mis hojas cuadriculadas y se mataban de la risa cuando desaprobaba las evaluaciones. Las buenas notas en Historia, Geografía y Lengua (por suerte pocas veces bajé del ocho en las dos primeras, y nunca jamás bajé del nueve en Lengua y Literatura) poco alcanzaban para compensar el fracaso numérico, teniendo en cuenta que mi educación secundaria (si se puede llamar así a estas alturas) tenía una orientación económica.

Y ahora, casi cuatro años más tarde desde que me "gradué", todavía tengo que pensar en mesas, en profesores, en clases particulares.

What I was isn't what I am
I'd change back, but I don't know if I can.

El colegio fue, sin lugar a dudas y como calculo que ha de ser para un buen porcentaje de la gente, la peor época de mi vida. Quizás si no hubiese estado tan ocupada sintiéndome humillada, sola, deprimida y, sí, tengo que decirlo, terriblemente gorda y fea, hubiese tenido tiempo de ocuparme de las materias que estaba adeudando. Las cosas que me resultaban simples y no me daban tantos dolores de cabeza, lograba hacerlas desde un huequito de mi caparazón invisible, que sin embargo estaba llenísimo de grietas de todos los proyectiles (en forma de bromas, insultos y desilusiones) que me habían arrojado. Pero ¿matemáticas? ¿Contabilidad? ¿Biología? ¡Y no me hagan hablar de Educación Física! Todas esas cosas me resultaban imposibles, complicadas. Me hacían sentir estúpida, impotente, asqueada, confundida, torpe y, otra vez, gorda.
Cuando llegó mi último año (allá por el 2006, así que empiezo a sentirme paulatinamente vieja), tras una gran crisis de nervios durante las vacaciones de invierno en que lloré y lloré y lloré otro poco más, mis señores padres (siempre unos santos en éstas cuestiones, ¡y han tenido que aguantar cada cosa!) me permitieron que dejara de asistir regularmente a la escuela y rindiera libre todas las materias, con tal de no tener que verme arrastrándome como la imagen misma de la depresión por toda la casa.
Así que feliz y libre, pasé el resto del año intercalando los estudios con la escritura, que me estaba tomando terriblemente en serio (época Green Stories, ¡gloriosa!). Orgullosamente, puedo decir que, a fuerza de horas y horas de biblioteca, aprendí solita, sin más referencias que el programa que me dieran en el colegio, los contenidos de todo un año escolar. En diciembre de ese mismo año rendí en tres días seis materias exitosamente. En febrero otras cuatro más (incluida Cálculo Financiero, que no entendía ni J, y sin embargo me senté, obstinadamente, frente a la carpeta y las fórmulas durante un día entero y la aprobé con un flamante siete - ¡toda una proeza en las mesas recuperatorias!). Y la cantidad de deudas se redujo a tres que, por temas laborales, económicos y, por qué no, también vagancia, se fueron dejando de lado. En 2008 me saqué de encima Biología (había asistido a sólo dos clases en todo el año porque odiaba al profesor y él me odiaba a mí. Simple) con un ocho que jamás en mi vida hubiese esperado y, finalmente acá tengo frente a mí a recta final. Las últimas dos. Un peso sobre cada hombro todos los días de mi vida (especialmente durante las entrevistas laborales. Constantemente aterrada de que me pidan el título secundario).

Pero se acabó. Porque conozco mi potencial. Sé que puedo. No puedo seguir aplazando esto por meido, por fobia o por lo que sea que me esté pasando por dentro. Son dos exámenes de mierda. ¿Qué es tan terrible? ¿Que me digan que está mal y tenga que volver ooootra vez? Por más que me perturbe poner un pie adentro del colegio, la gente que me traumaba tanto ya no está. Las posibilidades de que me los encuentre son mínimas. (Aunque me deprime el hecho de que lo más probable es que todos esos burros ignorantes hayan egresado antes que yo, que muchas veces, por idiota, les hacía las evaluaciones a escondidas).

Mientras escribo esto, casi puedo escuchar la dulce voz de Tom en mi oído: Still I'll try, try again, try again... que me anima, me empuja, me da confianza de a poquito.
Que sea lo que tenga que ser, pero esta etapa empieza ahora.

L.-

lunes, 7 de junio de 2010

. Glad to be green .

Durante estos días en que no pude actualizar mi blog, no me pasó nada interesante. Nada. De nada.
Bueno... una entrevista de trabajo que no llegó a nada, pero eso es todo. No sé si eso puede o no considerarse interesante.
Lo único que puedo contar es que hace... ¿tres semanas? finalmente me decidí y completé mi transcición a totalmente vegetariana.
Para aquellos que no saben, toda mi vida fui un desastre para comer. Nunca me gustó nada. Mi madre se ha vuelto loca conmigo cada vez que tenía que cocinar. Lo único que comía bien, sin chistar eran pastas y... carne. Me devoraba los asados de los domingos. Hasta que un día mi papá tuvo la desgracia de darme un pedazo poco cocido. Lo corté y encontré una vena. Me asqueé.
Poco después, alguien me explicó a qué parte del cuerpo del animal corresponde cada achura. Segunda asqueada.
No mucho tiempo más tarde, mi hermano y yo compramos pollo frito en Wal-Mart. Cuando lo pinché con el tenedor me saltó un chorro de sangre.
Gradualmente fui eliminando el asado. Churrascos out. Y, un día hace dos años, me intoxiqué taaanto con una hamburguesa de McDonald's que no volví a tocar una hamburguesa. Ni siquiera marca Patty. Nada de nada. Nunca más.
Algunos días después de eso mi mamá hizo milanesas. Me comí el pan rallado y dejé la carne.
Pero en el camino no solamente dejé de comer cortes vacunos o de cerdo por pasarme una semana vomitando gracias a un puto cuarto de libra con queso. Me concienticé. Me di cuenta que lo que estaba comiendo era un animal que, les guste o no a aquellos que comen carne, fue asesinado para que nosotros podamos alimentarnos, como si tuviéramos derecho a depender de la vida de algo a nuestro antojo. Animales que sienten dolor tal y como nosotros lo hacemos. Que porque no se levanten todas las mañanas y se vistan para ir a trabajar, no quiere decir que sean inferiores. Que porque no tengan voces propias no quiere decir que podamos silenciarlos.
Así que hace unos cuantos días eliminé por completo lo poco de carne animal que todavía consumía (algún que otro pedacito de pollo y jamón). Porque cuando comemos, como con cualquier otra cosa que hacemos en nuestras vidas, estamos tomando una decisión. Y yo decidí que yo no voy a disponer de la vida de un animal a mi antojo, teniendo otras cosas que puedo comer sin causar ningún dolor. Y que puedo vivir de una manera más sana, feliz y consciente sin perder los nutrientes que mi cuerpo necesita para seguir funcionando.
Al principio creí que iba a vivir a milanesas de soja y ensalada, pero me equivoqué. Descubrí que puedo comer cosas riquísimas (muchas que jamás había querido comer antes) sin necesidad alguna de incorporar ningún tipo de carne. Descubrí que me encanta experimentar todos los días en la cocina, incorporando cada vez más cosas que son buenísimas y que me venía perdiendo. Descubrí que me siento mejor de verdad, que las comidas ya no me caen tan pesadas y que es probable que nunca antes haya estado tan saludable.
Mi viejo está completamente en contra. Es un carnívoro de pies a cabeza. No importa qué coma, siempre tiene un pedazo de carne en un lado de su plato. No hace otra cosa que decirme que en un mes voy a tener una anemia de aquellas. Me pone caras cuando ve lo que me sirvo para comer.
Mi mamá está en un cincuenta y cincuenta. Cocinamos juntas y se copa a comer lo mismo que yo. Pero de vez en cuando me quiere deslizar un poco de jamón en alguna comida "para darle gusto". No entiende que muchas veces ser vegetariano no es sólo no comer carne, sino tratar de extender eso a otras cosas, como a no comprar botas de cuero, por ejemplo. Ella sólo dice que no tiene ganas de escuchar tantas boludeces y que tampoco me vaya al otro extremo.
No sé si es un extremo o no. Supongo que eso queda librado a la perspectiva de cada uno. Pero si ese extremo es un mundo donde los animales no se mueren para darnos de comer, para abrigarnos, o sólo para cosas más superficiales, como vernos increíbles con una cartera o un tapado de pieles... quizás yo quiera estar en ese extremo. Baby steps, dicen. Pero llegar. Porque al fin y al cabo parece un mundo mejor.

Algunas páginas si quieren chusmear:
Unión Vegetariana Argentina
HazteVegetariano.com
PETA en Español

Y algunos testimonios válidos que encontré por ahí!

Ojalá esto sea sólo un comienzo. Si yo me desperté y me decidí, quizás el resto de la sociedad también lo haga. Eventualmente.

L.-

. Surprise! .

¿Me podés creer que así, de la nada, de repente se me da por probar a ver si puedo entrar a todas las páginas que mi computadora me venía bloqueando, y descubro que FUNCIONAN?

Oh, sí. Maravilloso.

Mañana vuelvo con mi amado blog, al fin.

L.-