miércoles, 8 de diciembre de 2010

. De desempleos (no tan indeseados) y bebés .

La vida se desliza en la monotonía habitual de no tener trabajo, pero ésta vez en lugar de enojarme, fastidiarme, ponerme de mal humor y buscar trabajo compulsivamente online… lo estoy disfrutando tanto que no sé si quiero que se termine.
La cosa es así: en los últimos meses, o más bien en el último año, empecé a tomarme más en serio las cosas que de verdad me importan/ me gustan/ me hacen bien. Y una de ellas es, sorpresa sorpresa, escribir. Empecé a ser consciente de que los trabajos que voy teniendo no me importan tanto, porque no son lo que quiero hacer, así sea un buen puesto, donde me paguen bien o que medianamente me guste. Trabajar en el aeropuerto me gustaba. Pero me amargó un ratito nada más el no trabajar más ahí, supongo que porque fue inesperado. Después de eso, me di cuenta que ni siquiera me afectó. Me dio lo mismo.
No es que sea una vaga que se quiere quedar tirada en la cama todo el día, porque tampoco es así. Pero quiero dejar de hacerme problema por cosas que, al fin y al c
abo, realmente espero que sean pasajeras. Porque yo no quiero pagarle la devolución de impuestos a los extranjeros toda mi vida, o atender un teléfono en la recepción de una empresa o, peor, en un call center. No quiero trabajar en un negocio de ropa, ni hacer los receptivos de los cruceros, ni nada de eso. Quiero sentarme en frente de mi computadora y ser lo que sé que soy bien en el fondo de mi alma: una escritora. Hoy será Green Stories o Keane Fics, mañana será un libro de verdad, pero es esto. Esto y nada más.
Sé que es difícil y sé que muchos escritores se mueren de hambre toda su vida o terminan trabajando de otra cosa, por falta de suerte, por falta de talento, por falta de algo. Pero… siento que no me importa. Está bien, ahora no tengo problemas para mantenerme, no tengo a nadie a mi cargo, no tengo verdaderas responsabilidades y quizás por eso no me interesa. Pero no logro sentirme tampoco guiada por la idea de que la plata es la razón para hacer algo. No lo veo así. Hace ya bastante que me di cuenta que la plata no hace la felicidad. Puedo tener los bolsillos llenos laburando en cualquier parte, ¿pero en qué me va a hacer bien eso? ¿Comprarme cosas? ¿De verdad voy a basar mi existencia en una razón meramente material? Sí, me encantaría tener una laptop, pero si tengo que seguir con mi computadora de quince años tampoco me voy a morir. Sí, me encantaría ir a Inglaterra, pero en cuanto a magnitudes de sueños y deseos, ser yo misma, ser feliz y no tomar decisiones sólo basándome en cuánto voy a ganar o cuánto voy a tener le kickea el ass por mucho.

Así que acá estoy, feliz a pesar del desempleo; tranquila a pesar de que sé que en un tiempo las deudas me van a tapar la cabeza si no hago algo. Hoy tuve una entrevista para un puesto que en otro momento me hubiese vuelto loca por tener, pero salí de ahí pensando que más adelante los horarios de ese trabajo se superpondrían con los de la facultad y no podría hacer las dos cosas. Y me di cuenta que no me muero si no me llaman. Al contrario, sinceramente no me va ni me viene.
Si mi viejo leyera esto, me miraría horrorizado.

En cuanto a otras noticias, acá les presento a mi hermoso sobrino, un varoncito que estará naciendo aparentemente los primeros días de mayo, que se chupa el dedo en las ecografías y que está cada día más grande:

Me voy a pasar el resto de ésta noche demasiado calurosa escribiendo. Obviamente. Green Stories estrena en nada y no puedo parar un segundo.

L.-

miércoles, 1 de diciembre de 2010

. Departure .

Probablemente lo que voy a escribir debería llamarse resumen, pero me parece un título poco atractivo. Vayamos con el del tema de Mt. Desolation entonces.

La última vez que posteé algo acá era porque necesitaba compartir la alegría de saber que voy a tener un primero sobrino o sobrina. A pesar de algunas complicaciones al principio del embarazo, mi cuñada está ahora en un perfecto estado de salud, la pancita cada día más grande, y si todo sale bien en la ecografía que va a hacerse mañana ya sabremos el sexo. Estoy ansiosa por saber si tengo que correr a comprar un pantaloncito azul o un vestidito rosa.


En el pasado mes de octubre, como le he mencionado varias veces en éste mismo blog, estaba el tan esperado recital de Green Day, que terminó siendo esa ráfaga de aire fresco que a veces tanta falta me hace. Me hacía muchísima falta y tuve lo que esperaba y muchísimo más.
Al principio me preocupé varias semanas porque parecía que en el trabajo todo se me iba a ir al demonio por tomarme el día para ir al recital, pero al final quedaron en que me lo descontaban y nada más. Así que cuando salí de trabajar el jueves veintiuno de o
ctubre, cumpleaños de Camila, me fui directo a Caballito, a esperar que pasara el tiempo.
El viernes a las seis de la mañana estábamos arriba, entre preparativos y tráfico, llegamos al estadio poco antes de las nueve. Teníamos bastante cola adelante, pero nos sentíamos optimistas. Había sol, no hacía frío, no pintaba que fuera a llover.
¿Qué más podíamos pedir?
Había pasado el mediodía y parte del inicio de la tarde cuando s
e descontroló todo. De repente la fila delante de nosotras desapareció, se armó un nudo gigante de gente, perdimos los lugares, nos apretujamos, corrimos, nos cagamos de calor… y todo se fue a la mierda. Con una de las frustraciones más grandes que sentí en mi vida, salimos del enjambre y nos pusimos a pensar qué mierda íbamos a hacer.
Después de pensarlo un rato, decidimos ir al hotel. Dos de nuestras amigas estaban ahí, Tré había salido la noche anterior y la esperanza de ver a alguno siempre estaba. En un viaje en taxi que resultó interminable, fuimos al Four Seasons.
Ahí todo se puso un poco mejor. Descansamos, tomamos un café del Havanna de enfrente y logramos distendernos de las chicas. Vimos a Jason White dos vece
s (convencida de que lo estaban usando de carnada para que los otros pudieran salir más de incógnito no me quise mover, pero fue un poco en vano), Tré se asomó por la ventana con una Quilmes y Billie Joe saludó desde detrás del vidrio mientras hablaba por teléfono. También pudimos verlos cuando salieron del hotel y se subieron a la camioneta para ir al estadio (aunque yo sólo logré ver a Mike) y nos dimos cuenta que era hora de hacer lo mismo.
Nuestro objetivo era estar en la valla, pero a esa hora (como las ocho de la noche, más o menos) nos parecía imposible. Terminamos en el medio del VIP, que por suerte era un sect
or muy chiquito, pero veíamos bastante bien. y, de todos modos, cuando empezó el recital, nos dejó de importar todo. Camila y Carla se habían quedado perdidas al separarnos para ir al baño, así que pasé todo el show sólo con Paula, agarradas para que no nos apartaran, ni nos pegaran.
Todavía, a poco más de un mes, no tengo forma alguna de describirlo. Fue el
mejor recital al que fui en mi vida, la emoción fue gigantesca porque fueron muchísimos años ansiando que se acordaran de venir. Saltamos, cantamos, gritamos, nos abrazamos y hasta nos miramos con intención de meternos en el pogo. Simplemente increíble. Simplemente un sueño.


Tanto fue así que, dos días más tarde, Paula creaba en facebook un grupo llamado Yo También Quiero que Vuelva Green Stories. Una semana después, había cien personas unidas. ¿Tenía opción? Terminé de escribir “Love is the End” para Keane Fics y me metí de lleno en “Homecoming” una historia de Billie Joe que empezaremos a postear en enero, cuando tengamos la página nueva de Green Stories al fin creada del todo. Hoy, la última vez que chequeé el grupo, había ciento ochenta y un personas. Creo que ni siquiera en las buenas viejas épocas de GS logramos algo así.
El Staff, como nos gusta llamarnos, se puso a trabajar con todo y tenemos tantos planes que no puedo evitar sentirme entusiasmadísima con esto, hacer que de pronto mi vida entera gire en torno a esto.

Lo que me recuerda… también en octubre, antes del recital, me inscribí a la facultad. Durante meses estuve dando vueltas la idea de anotarme en Turismo, por la salida laboral… pero no. Decidí que lo mejor que puedo hacer es probar suerte en lo que me gusta. Si no lo intento, nunca me lo voy a perdonar. No voy a saber qué hubiese pasado. Y así, fui con Emanuel hasta la sede de Puán de la UBA y me anoté en Letras, prometiéndome a mí misma que voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para ser lo que quiero ser: escritora. Y si no lo logro, al menos sé que no fue porque no le puse ganas.

Después de todos éstos acontecimientos no pasó nada demasiado emocionante, al menos no algo que no esté relacionado con esos ítems en particular.
Hasta éste domingo que pasó.
Estaba en el trabajo, esperando que me fueran a reemplazar para poder ir al baño y cambiarme: me iba a tomar el 8 hasta Caballito para ir a ver la última película de Harry Potter con las chicas. Veo venir a mi supervisora, guardo mis cosas y espero que entre. Le digo que me voy a cambiar mientras cuenta la caja y ella me dice que tiene que hablar conmigo.
Y en menos de dos segundos me había quedado sin trabajo otra vez.
No termino de entender bien del todo qué fue lo que pasó: si me rescindieron el contrato porque ya pasaron tres meses, o porque me mandé alguna cagada, o por qué otra razón.
Así que me cambié, agarré mis cosas, dije au revoir y me fui a tomar el colectivo. Durante un rato estuve bastante enojada, más que nada supongo que porque fue de golpe, no me dieron explicaciones y yo creía que podía estar tranquila por lo menos hasta enero.
Pero se me pasó. Lo analicé. Lo pensé. Me di cuenta que ni siquiera me molesta. Era sabido de antemano que había un cronómetro en todo esto. Ya lo tenía asimilado. Y no es como si hubiera perdido un contrato con una editorial. Es simplemente otro de los tantos trabajos pasajeros que tuve/tendré hasta poder hacer lo que realmente quiero hacer (y créanme cuando digo que lo voy a hacer).
Así que hoy fue mi primer día de regreso al desempleo. Eso explica por qué volví al blog (sinceramente, entre el trabajo, Green Stories, Keane Fics, la lectura y demás, no tenía tiempo para esto y lo fui dejando de lado). De manera que ahora es posible que vaya contando las peripecias varias de lo que se viene. Aunque advierto que me lo estoy tomando con calma y puede terminar siendo aburrido.

L.-