Después de probar durante unos días lo maravilloso de la vida en una gran ciudad, me enfrenté a su contraste absoluto y me perdí en el medio de la nada durante todo el fin de semana.
Si bien me encuentro más entre edificios y tráfico, mentiría si dijera que el campo no me envuelve con su encanto. Aire puro, silencio, paisajes que te roban el corazón… siempre soñé que, en un futuro no muy lejano, ese sería el entorno en el que me gustaría instalarme definitivamente: un lugar más que idílico para dedicarse por completo a escribir, que dicho sea de paso, es mi profesión codiciada. No sé por qué, pero siempre en lugares como ese, la historia parece fluir ante tus mismísimos ojos, aunque la mayor parte del tiempo no pasa absolutamente nada a tu alrededor.
La idea de este viaje era festejar el cumpleaños de mi prima y mejor amiga, pero aún así fue tomado como una excusa para viajar y distenderse de los líos varios a los que uno se somete durante el (comienzo) transcurso de la vida adulta. Olvidarse del trabajo y demás obligaciones es demasiado tentador: dejarse llevar a un lugar donde todo lo que hay alrededor es verde, donde el olor de la lluvia no se pierde entre los olores de los caños de escape y la gente amontonada en los subtes… no. Imposible negarse.
Cerrar los ojos y escuchar sólo el susurro del viento. Ver cómo las liebres cruzan el camino empedrado a toda velocidad. Lechuzas que vuelan de una tranquera a otra, mirándote fijamente. Sentarse en el sillón más cómodo de la casa (una casa propiedad de un escocés, lo que significa que hay cosas británicas en cada rincón de la casa, desde un juego de críquet hasta posavasos con imágenes de Londres…) y concentrarse en la visión del cielo mezclándose con la laguna mientras escuchar una selección de temas de Hopes & Fears es inexplicablemente mágico.
Lo que no es mágico, como siempre, es la inevitable vuelta a la realidad. Siempre estas cosas que llenan el alma tienen un final, a veces abrupto y rápido, otros quizás más pacientes, más postergables, pero finales, después de todo. Así que volví a la ciudad y sus embotellamientos, a mi barrio y sus defectos, a mi novio que me recibió con entusiasmo. Volví a las preocupaciones diarias, entre otras, ver a mi endocrinólogo. Desde hace ya varios años que tengo hipotiroidismo, lo que resultó ser una explicación corta y odiosa de por qué siempre fui la más gorda del curso o por qué siempre fui más perezosa que la demás gente de mi edad.
El último problema que me vienen causando mis glándulas alteradas es la pérdida de pelo. Vivo con miedo a quedarme tan pelada como Vin Diesel. Me lavo la cabeza y me saco mechones enteros de mi pobre pelo, que nunca fue nada en especial y ahora mucho menos.
Así que hoy fui en busca de mi solución a ver a mi doctor (que muchas veces tengo la sensación de que parece más un mecánico que otra cosa), que me renovó la medicación y me mandó (como si no tuviera ya bastante médicos en mi haber) a hacer una consulta con una dermatóloga. ¿Problemas, yo?
Y mañana no tengo más remedio, valga la redundancia, que volver al trabajo, después de casi una semana que hace que no voy. La paz, el relax, la libertad se cortan de una manera brusca y, una vez más, es la realidad la que me envuelve. Los sueños, las cosas que tengo ganas de hacer, quedan en un nuevo stand by mientras me sumerjo en un mundo donde todo eso precisamente parece no existir.
martes, 23 de febrero de 2010
. De campos, glándulas y otros cuentos .
Posted by L. at 10:41 p. m. 0 comments
Labels: médicos, realidad, vacaciones, viajar
martes, 16 de febrero de 2010
. Can anybody find their home? .
Después de un par de días de locuras varias, ahora mismo, siendo un martes, logré encontrar un momento de relax. Estoy en medio de una experiencia básicamente nueva: compruebo si soy apta para vivir sola o, si en su defecto, soy una completa inepta que muere si no tiene a su madre al lado.
Mis tíos y primas decidieron irse de vacaciones. Tienen un departamento en Caballito que llega casi casi a mi concepto de casaidealenmediodelaciudad. Claro que también tengo un concepto de casademissueños, pero ese es otro tema. La cuestión es, porque ya me estoy yendo por las ramas, que me estoy quedando un par de días en este agradable departamento con la excusa de que alguien tiene que darle de comer a la gata.
No hay nada mejor que salir del trabajo y no tardar más de cuarenta minutos (como máximo!) en llegar a casa. No hay nada como esquivar los desastres de Constitución. No hay nada como esa especie de sensación de libertad que te da Capital, que no te da, por ejemplo, mi suburbio mierdoso de Monte Grande =D. Se respira otro aire (si bien más contaminado por la cantidad de vehículos que circulan en una gran ciudad, pero ese tampoco es el punto) y la verdad es que es un break bastante agradable de las cuatro horas que desperdicio al día para ir de casa al trabajo y del trabajo a casa y convengamos que un poco de soledad, un poco de independencia dentro de los quilombos cotidianos no viene nada mal.
Eso sí, esperemos que la calma dure un poco más.
Posted by L. at 10:36 p. m. 0 comments
Labels: calma, independencia
lunes, 8 de febrero de 2010
. Stuck in the mud, stuck in the mud, stuck in a rut .
Esta mañana abrí los ojos cuando sonó mi despertador (la dulce voz de Tim Rice-Oxley me despierta cada mañana, en un intento de hacer que mis días empiecen de la mejor manera) y tuve esa punzada insoportable de fastidio que sólo significa una cosa: notengoganasdeiratrabajar.
No tengo un trabajo de mucho esfuerzo, ni muy complicado, ni muy dramático. Tampoco es maravilloso, soñado o divertido. No soy Beth. Aunque convengamos que si fuera la Personal Assistent de Keane me levantaría todos los días de un salto y correría hasta mi lugar de trabajo aunque no fuera más que para prepararle un cafecito a Richard.
Trabajo en un call center, lo que quiere decir que monetariamente sobrevivo pero que regreso a mi casa cada noche con el cerebro fisurado de aguantar gente estúpida durante nueve horas (o más, cuando me quedo a hacer overtime). Normalmente quiere decir que tengo algo de dinero para comprarme mi merchandising importado de Keane todos los meses, pero que estoy en el escalafón más bajo de un empresa un poquitín explotadora y que a más que esto no voy a llegar.
En ocasiones quiere decir, además, que cuando llego a mi casa a las diez de la noche, tras haberme ido a las nueve de la mañana, que voy a descargar toda mi frustración con la primera persona que se me curce (a.k.a mi mamá o mi novio), dado que no puedo gritarles como me gustaría a los dealers del ^$#$.
Quizás por eso no muestro especial entusiasmo por levantarme cada día para venir a un trabajo tan rutinario que no es más que un callejón sin salida y que hace que mi salud mental vaya disminuyendo hasta ser algo más insignficante que una mota de polvo. En cierto modo no tengo mucho de que quejarme, dado que al menos tengo dos pesos en los bolsillos, no me quedo todo el día tirada en mi casa sin hacer nada y no estoy 100% segura de que me gustaría hacer con mi vida. Pequeño detalle.
Pero sí soy consciente de que en la vida se cumplen etapas y que en lo laboral, para mí una etapa alcanza su fin cuando me doy cuenta que ya no soporto la idea de que llegue el domingo a la noche por la mera razón de que el lunes está más cerca, de que la hora de entrada al trabajo está más cerca... por la mera razón de que ya no soporto el sonido de un telefono ni quiero hablar con nadie por celular.
Así que estoy en la búsqueda, pero con menos desesperación que otras veces, para no ser tan estúpida como para renunciar antes de tener un lugarcito de donde agarrarme antes de que hunda el barco. Pero sí muero de ganas de cortar con esta rutina insalubre y tratar de encontrar algo donde al fin pueda abrazar algo de verdadera estabilidad.
O si no... habrá que tener paciencia hasta que Beth se jubile y me deje el camino libre. En esta instancia, lavar la ropa sucia de Tom Chaplin parece una carrera más viable que trackear autos para General Motors...
Posted by L. at 7:17 p. m. 0 comments
Labels: Tim Rice-Oxley, trabajo
viernes, 5 de febrero de 2010
Como ser fanática de Keane y no dejar de vivir en el intento.
A veces es necesario encontrar el balance entre ser lo que te divierte y hacer lo que tenes que hacer. Entre seguir a Keane por la ciudad y tener un trabajo. Entre comprar simples y DVD's y cubrir las necesidades básicas de un ser humano. Entre gritar a lo loco en un recital y buscar la calma interior. Entre amar a un músico lejano y tener un novio cercano. Entre el UK imaginario y el Buenos Aires tan real.
Entre los blogs en vivo y las dudas de la vida.
Posted by L. at 6:18 p. m. 0 comments
Labels: keane, novio, realidad, Tim Rice-Oxley, trabajo