Esta mañana abrí los ojos cuando sonó mi despertador (la dulce voz de Tim Rice-Oxley me despierta cada mañana, en un intento de hacer que mis días empiecen de la mejor manera) y tuve esa punzada insoportable de fastidio que sólo significa una cosa: notengoganasdeiratrabajar.
No tengo un trabajo de mucho esfuerzo, ni muy complicado, ni muy dramático. Tampoco es maravilloso, soñado o divertido. No soy Beth. Aunque convengamos que si fuera la Personal Assistent de Keane me levantaría todos los días de un salto y correría hasta mi lugar de trabajo aunque no fuera más que para prepararle un cafecito a Richard.
Trabajo en un call center, lo que quiere decir que monetariamente sobrevivo pero que regreso a mi casa cada noche con el cerebro fisurado de aguantar gente estúpida durante nueve horas (o más, cuando me quedo a hacer overtime). Normalmente quiere decir que tengo algo de dinero para comprarme mi merchandising importado de Keane todos los meses, pero que estoy en el escalafón más bajo de un empresa un poquitín explotadora y que a más que esto no voy a llegar.
En ocasiones quiere decir, además, que cuando llego a mi casa a las diez de la noche, tras haberme ido a las nueve de la mañana, que voy a descargar toda mi frustración con la primera persona que se me curce (a.k.a mi mamá o mi novio), dado que no puedo gritarles como me gustaría a los dealers del ^$#$.
Quizás por eso no muestro especial entusiasmo por levantarme cada día para venir a un trabajo tan rutinario que no es más que un callejón sin salida y que hace que mi salud mental vaya disminuyendo hasta ser algo más insignficante que una mota de polvo. En cierto modo no tengo mucho de que quejarme, dado que al menos tengo dos pesos en los bolsillos, no me quedo todo el día tirada en mi casa sin hacer nada y no estoy 100% segura de que me gustaría hacer con mi vida. Pequeño detalle.
Pero sí soy consciente de que en la vida se cumplen etapas y que en lo laboral, para mí una etapa alcanza su fin cuando me doy cuenta que ya no soporto la idea de que llegue el domingo a la noche por la mera razón de que el lunes está más cerca, de que la hora de entrada al trabajo está más cerca... por la mera razón de que ya no soporto el sonido de un telefono ni quiero hablar con nadie por celular.
Así que estoy en la búsqueda, pero con menos desesperación que otras veces, para no ser tan estúpida como para renunciar antes de tener un lugarcito de donde agarrarme antes de que hunda el barco. Pero sí muero de ganas de cortar con esta rutina insalubre y tratar de encontrar algo donde al fin pueda abrazar algo de verdadera estabilidad.
O si no... habrá que tener paciencia hasta que Beth se jubile y me deje el camino libre. En esta instancia, lavar la ropa sucia de Tom Chaplin parece una carrera más viable que trackear autos para General Motors...
lunes, 8 de febrero de 2010
. Stuck in the mud, stuck in the mud, stuck in a rut .
Posted by L. at 7:17 p. m.
Labels: Tim Rice-Oxley, trabajo
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