Raramente me siento a hacer reviews de libros. Principalmente porque no tengo memoria y, muchas veces, para no ensuciar libros decentes con mis dudosas críticas. Sin embargo, uno de los últimos que tuve en mis manos resultó ser de esos que terminan siendo life changing.
Estoy hablando de Paper Towns, de John Green, a quien descubrí felizmente gracias a Camila. Ella, por su parte, lo descubrió a través del canal de YouTube que John tiene con su hermano Hank. Juntos forman los Vlogbrothers (recomiendo que los chusmeen por ahí, porque son increíbles) y a su vez crearon a los Nerdfighters, que vendrían a ser también todas las personas que los siguen. Un grupo de defensa de nerds, si se quiere.
Sin embargo, no es Nerdfighters lo que nos compete ahora, así que lo vamos a dejar de lado para discutir las maravillas de Paper Towns. Voy a tratar de no arruinar demasiados detalles, y así animarlos a que todos traten de conseguir una copia propia.
Como el libro no se publicó en Argentina, Camila lo compró en inglés y se lo enviaron por correo desde Estados Unidos. Siempre me opuse a leer libros en inglés, no porque no entienda, si no porque en materia literaria siempre me pareció mucho más rico leerlo en español/castellano. (Y odio que no usen guiones de diálogo, sino comillas. Me confunde y me frustra). Pero con éste no me importó. Porque desde el principio la forma de relatar de John me atrapó, me intrigó y, sí, tengo que ser drástica, me enamoró.
Lo que por la contratapa puede parecer una típica historia hollywoodense de adolescentes, vecinos, que se criaron juntos, van a la misma escuela, ella popular, él marginado… termina siendo en realidad la cubierta de una historia profunda, excelentemente escrita y que al final te deja con un gustito agridulce al ir descubriéndote (o al menos me pasó a mí) en los distintos personajes que van acompañando la trama.
Porque durante años, después de un incidente en el principio, Margo y Quentin (los protagonistas) se distancian. Y él la ama, incondicionalmente. Ama a Margo Roth Spiegelman… o a la idea que tiene de ella. Porque durante el tiempo que pasaron separados, Quentin no sabe si ella es la misma persona que él cree que es, si es un personaje, si es una mera ilusión. Pero la ama. Porque siente que la conoce, porque está seguro de que la conoce. Y, (acá Camila va a empezar a odiar como ensucio el libro con mis comentarios), irrefutablemente, es ahí donde me empecé a sentir identificada. En el hecho de amar a alguien creyendo fervientemente en que conocemos exactamente como es cuando en realidad lo más probable es que no tenemos ni idea.
Todo el libro traza un camino en el que Quentin trata de rescatar a la Margo que está tan convencido que conoce. Y cada recodo de ese camino, a cada vuelta de página, hace que no quieras parar ni siquiera a tomar un poco de aire. Querés seguir andando y ver a donde te lleva.
No quiero seguir diciendo cosas aleatorias, porque sé que jamás le voy a hacer justicia a la historia realmente. Pero acá van, para aquellos que puedan interesarse y para que tengan una noción de lo que estoy hablando, algunas citas del libro (traducidas pobremente al castellano por mí):
“De la manera en que yo lo veo, todo el mundo consigue un milagro. Como que, yo quizás nunca sea golpeado por un rayo, o ganaré un premio Nobel, o me convertiré en el dictador de una pequeña nación en las islas del Pacífico, o contraeré cáncer terminal de oído. Pero si consideras todas esas cosas improbables, al menos una de ellas probablemente le sucedan a cada uno de nosotros. Podría haber visto llover ranas. Podría haber pisado Marte. Podría haber sido comido por una ballena. Podría haberme casado con la Reina de Inglaterra o haber sobrevivido meses en el mar. Pero mi milagro fue diferente. Mi milagro fue este: de todas las casas en todas las subdivisiones en toda Florida, terminé viviendo al lado de Margo Roth Spiegelman.”
“Para siempre está compuesto de ahoras”.
“¿No es que también, en algún nivel fundamental, no es difícil entender que otras personas son seres humanos de la misma manera que lo somos nosotros? Los idealizamos como a dioses o los despreciamos como a animales.”
“Eso siempre me pareció tan ridículo, que la gente quiera estar con alguien porque es bonita. Es como elegir el cereal del desayuno basándote en el color en lugar del gusto.”
“Nada importaba tanto, ni las cosas buenas ni las malas. Estábamos en el negocio del mutuo entretenimiento, y éramos razonablemente prósperos.”
“Era agradable – en la oscuridad y el silencio… y sus ojos mirándome, como si hubiese algo en mí digno de ser mirado”.
John Green, autor de Paper Towns.
L.-