El título no quiere decir que me vaya a poner a hablar sobre el libro de John Green (salvo para una muy breve explicación, pero realmente va a ser breve). Éste posteo se trata de algo muy diferente.
En el día de ayer, una de las mañanas más frías de lo que va de este invierno, mi mamá llega de hacer las compras y me dice que en la puerta del almacén habían abandonado tres perritos. Uno había desaparecido, otro lo había agarrado una señora de un negocio y la última estaba sentada en el sol, temblando, mirando para todos lados, muertísima de frío. Mamá me mira con pena. Sin dudarlo un segundo, le digo: ¿La vas a buscar vos o la voy a buscar yo?
Y un ratito después, llegó Alaska. Bautizada así mitad por el libro de John Green, mitad por haber aparecido en un clima más que helado, con los ojitos al principio tristes y ahora mucho mas felices, se instaló sin oposición alguna en una cajita en nuestro garage. Con mamá notamos que le escaseaba bastante pelo en distintas partes de su cuerpito falto de alimento, y con el temor de que pudiera ser una sarna en sus etapas tempranas, ésta mañana la llevamos a la veterinaria, con la intención de ayudarla a ella y de prevenir, a su vez, que nuestros otros cuatro perros se pesquen alguna enfermedad gratuitamente.
Pero Alaska está perfecta. La falta de pelo se debe, como era de esperarse, al abandono, a la necesidad de poner comida en su pancita. Con una vacuna, bastante amor y algunos platos repletos de balanceado y leche, va a estar como nueva en unos pocos días. Y entonces Alaska va a necesitar una casita nueva.
Lamentablemente y por mucho que me pese, no estamos en condiciones de tener cinco perros más una gata, por lo que Alaska está en adopción RESPONSABLE. Quién tenga un corazón lo suficientemente grande para brindarle todo el cariño que necesita (y merece), me lo hace saber en los comentarios así nos ponemos en contacto. Si no es posible que alguno de ustedes (si es que queda alguien por ahí) la adopte, pido por favor que me ayuden a difundir. Acá la tienen siendo absolutamente adorable:
Todos los días cuando salgo a la calle veo más y más perros abandonados. Todos los días en internet, en la televisión, escucho sobre nuevos casos de maltrato animal. Se me estruja el corazón de dolor por no poder apaciguar el sufrimiento de esos pobres bichitos que no tienen la culpa de que los seres humanos sean unos verdaderos (y el calificativo es adecuado así que no voy a pedir disculpas) hijos de puta. ¿Quién puede abandonar tres cachorros a su suerte con éste frío, en un barrio donde los perros son simples cosas que la gente tiene en sus casas y no les dedica cuidado? ¿Quién puede apalear a un gatito bebé hasta que no queda más que un pobre estropajo peludo bajo la lluvia? ¿Quién puede sobrecargar a un caballo con más y más peso, hasta que el pobre animal no pueda más ni con su alma y encima tenga que soportar que le peguen para que vaya más rápido?
Todos los días veo estas cosas y me muero de rabia e indignación. Y protesto, miro mal a los responsables y espero que se den cuenta de sus errores. ¿Pero cómo les van a importar sus mascotas cuando ni siquiera tratan bien a sus propios hijos?
Me siento impotente por no ayudar como quisiera. Y aunque mi viejo se queje, se ponga de mal humor y bufe cada vez que con mamá traemos un animalito, no me interesa. Yo los voy a seguir trayendo, los voy a seguir curando y les voy a seguir buscando un lugar donde los quieran si yo no me los puedo quedar. Porque cuanto más conozco a las personas, más quiero a los animales. Porque como ellos no tienen voces, alguien tiene que hablar en su lugar.
Un animal no es un juguete, un accesorio, un adorno para el jardín de la casa. No es una herramienta de trabajo ni un guardia de seguridad. Si vamos al caso, tampoco son comida, abrigos y zapatos. Son seres vivos. Respiran. Aman. Sufren. Como nosotros, pero muchas veces peor. La sociedad tiene que empezar a darse cuenta de que no podemos disponer de todo lo que existe en el mundo como si fuera de nuestra propiedad. La sociedad tiene que empezar a concientizarse y abrir los ojos a la realidad de que cada mañana cuando nos levantamos, estamos equivocados.
Y si algún día, alguno de ustedes (¿hola?) quiere tener una mascota, tengan en cuenta todo eso. No quieran un perro porque es lindo. No gasten ochocientos pesos en un negocio cuando hay refugios superpoblados de perros que necesitan un hogar, o centros de zoonosis (el mismísimo infierno en vida para cualquier animal) repletos de pobres bichitos que de a poco se van muriendo, si no es por desnutrición, por maltrato o alguna enfermedad, por pura tristeza. Si querés una mascota, no compres. Adoptá. Vas a ver que nadie te va a querer tanto, ni te va a agradecer tanto todos los días, como ese perrito, o ese gatito al que le diste una segunda oportunidad.
L.-
viernes, 16 de julio de 2010
. Looking for Alaska .
Posted by L. at 11:48 p. m.
Labels: adopciones, Alaska, AMOR., animales, cambios, John Green, padres, perros, refugios, StopAnimalCruelty
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