Hoy recordé qué era exactamente lo que siempre tanto me jodió de las cenas / almuerzos familiares.
No es el hecho de ser el número impar en la mesa. No es escuchar a mi viejo contar chistes malísimos. No es sólo que hay de tres a cinco personas fumando simultáneamente y llenándome mis limpios y sanos pulmones de humo contaminante.
Es que siempre, en algún momento, alguien va a tirar un comentario que degrade cualquier cosa que a mi me interese, cualquier cosa que o haga, cualquier cosa que yo crea.
No me malinterpreten. Mi familia es maravillosa. Es sólo que mi mamá, por ejemplo, habla primero y piensa después.
Éstos son algunos ejemplos de frases que se han escapado de su boca, y de la de otros, a lo largo de los años:
- “¿Qué querés que haga? ¿Que la mate porque no salió como queríamos?”
- Mi hermano Gonzalo pregunta: “¿Y esa alianza, Laura?”. Mamá responde: “Pf, ni preguntes, es una pelotudez”.
- Fernando, mi hermano mayor, dice: “Nena, ¿vos para cuándo un novio? Si seguís así vas a tener cuarenta años y nada, eh”.
- “Mirá cómo te queda ese jean. Vas a tener que ir cerrando el buche”.
- “¿Qué tenés en el pelo? Estás horrible. ¿Vos te peinás o ni siquiera eso?”.
Y la frase de hoy, dicha entre risitas, nuevamente by my madre: “Y bueno… es una etapa, ya va a pasar”.
¿Ya va a pasar? ¿Qué soy? ¿Una pendeja de quince años con el capricho amoroso de cada semana? No, soy una persona ya adulta, por mucho que no lo parezca, que está empezando a adoptar ideologías y creencias propias, por muy difícil que les pueda parecer.
¿Por qué nunca entienden absolutamente nada de lo que yo hago? ¿Por qué todo ya va a pasar, o es molesto, o es estúpido, o les causa gracia? No estoy planteando mis planes para raptar a Tim Rice-Oxley y obligarlo a casarse conmigo. No estoy rumiando sobre estupideces al azar. Estoy hablando de cosas que para mí son importantes y todo lo que encuentro es una burla, una incomprensión, una mueca sarcástica.
No estoy pidiendo que compartan lo que pienso. Estoy pidiendo que por lo menos me tomen en serio. No creo que eso sea algo disparatado. Tengo veintiún años, soy totalmente capaz de hablar, fundamentar, debatir. ¿Pero qué caso tiene tratar de contarles mi punto de vista sobre un tema en particular si en menos de dos segundos me van a cambiar el curso de la conversación, como si estuviera hablando disparates? Hola, no soy mi prima la retardada, que tiene como treinta años y lo único que hace es hablar de sus dichosos dibujitos japoneses. Hasta a ella parecen prestarle más atención que a mí.
Me llevo bien con mis viejos, me llevo bien con mis hermanos. Nunca fueron malos padres, ni nunca hubo un ambiente familiar tenso. Pero siempre estuvo flotando en el aire esa sensación de que nunca llegué a alcanzar las expectativas que ellos tenían de mí. Soy bastante antisocial. A veces soy demasiado seria. Soy muy peculiar para mis gustos. Me aferro con convicción a las cosas en las que creo, a mis principios, a mi visión de lo correcto. ¿Está mal? ¿Se supone que tengo que ser un ente carcomido por la televisión, sin ideas propias para ser aceptada o, mínimamente, comprendida?
Quizás los padres en general no entienden a sus hijos. Quizás no aceptan el hecho de que crecemos, nos formamos, cambiamos, aprendemos, idealizamos. Quizás ellos nos siguen viendo como esas personitas chiquitas que sólo se preocupan por saber cómo sumar dos más dos y diferenciar las vocales de las consonantes.
No sé. Estoy indignada. No, decepcionada, más bien. No entiendo qué parte es la que les parece tan tonta. Soy una persona racional, me considero inteligente, me gusta reflexionar sobre las cosas antes de creerlas/abrazarlas. Nunca quemé mis neuronas en miles de noches de sábado alcoholizándome en boliches o cambiando de chicos con la misma frecuencia con la que me cambio una bombacha. Mis sábados a la noche pasaron mayormente entre libros, en tranquilidad. Si no estoy hueca por dentro… ¿por qué hacen parecer que sí?
L.-
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